Por unos feminismos islámicos no hegemónicos


Emmanuel Macron recibe a Sherin Khankan en el Elíseo. Foto: L’Express.

El objetivo del presente artículo es identificar lo que yo llamo un “feminismo islámico hegemónico” entre los diversos feminismos islámicos existentes. Hay feminismos islámicos en plural, al igual que hay mujeres en plural. Como bien sabemos “donde hay opresión, hay resistencia”. Pero no solo resistencia. También hay negociación, adaptación, supervivencia. No todas somos heroínas.

Como todos los movimientos, se trata de un movimiento en constante transformación. Sin embargo, la tendencia ha sido presentarlo como un bloque homogéneo, sin matices ni contradicciones internas. Actualmente hay una gran confusión conceptual, de análisis, identificación clara de objetivos, diversidad y contradicción entre los diferentes discursos sobre lo que tanto la academia como los medios de comunicación han denominado el “feminismo islámico” en singular.

La crítica que a continuación presento sobre el feminismo islámico hegemónico no agota la reflexión que debería darse entre los diferentes feminismos islámicos. El objetivo último del presente texto es (re)conectar los feminismos islámicos no hegemónicos con la umma y entre ellos.

El feminismo islámico hegemónico no nos ha permitido pensarnos como musulmanas feministas, sino que nos ha impuesto que seamos feministas musulmanas. Nos ha obligado a preguntarnos si el islam era compatible con nuestra condición de feministas, cuando lo que nos deberíamos haber preguntado es si el feminismo era compatible con nuestra condición de musulmanas. Mi centro es la espiritualidad, no el feminismo. Es lo que vertebra mi vida y la de millones de mujeres y hombres. En ese centro, la exigencia de compatibilidad, en un sentido u otro, no tiene razón de ser.

El feminismo islámico hegemónico ha abrazado las tesis del feminismo laico hegemónico al presentarse como un feminismo para todas las mujeres musulmanas sin tener en cuenta las grandes diferencias, relaciones de poder, contextos y vivencias que existen entre nosotras. Todas hemos sido englobadas en una etiqueta globalizante y universal como “musulmanas” desde un punto de vista exclusivamente identitario.

El feminismo islámico hegemónico ha separado lo espiritual de lo político. Ha aislado nuestras luchas en debates hermenéuticos, exigencias legales, reinterpretación de textos y se ha apartado de la exigencia de justicia, no solo para las mujeres musulmanas, ya que se ha encerrado en una identidad (o se ha dejado encerrar). En cierta manera nos ha despolitizado (que es una forma de política). Muchas feministas islámicas hegemónicas rehúyen implicarse en reivindicaciones políticas. Afirman que se centran en cuestiones que afectan únicamente a las mujeres y que “no entran en política”. Este tipo de afirmaciones es del todo incoherente ya que el feminismo tiene un componente político evidente y porque las cuestiones políticas (y de geopolítica) nos afectan directamente como mujeres. La propia interpretación de los textos es un proceso político.

El feminismo islámico hegemónico lleva 30 años respondiendo, cuando lo que deberíamos hacer es crear y generar nuevas maneras de mirar y de estar en el mundo. Lleva 30 años respondiendo al patriarcado interno, a los defensores y detractores de la modernidad, al fundamentalismo, pero se ha olvidado de hacerse las preguntas fundamentales. ¿Estamos cambiando algo realmente o solo somos parte de una estrategia global para imponer una mirada occidentalocéntrica? ¿De qué manera esa modernidad tan reivindicada por el feminismo islámico hegemónico ha reactivado y exacerbado el patriarcado interno?

El feminismo islámico hegemónico no es un feminismo interseccional ya que se ha centrado exclusivamente en el género. La raza y la clase (ambas como construcciones sociales) no se han tenido en cuenta en los análisis de la opresión de las mujeres musulmanas. En los contextos de minoría musulmana la islamofobia afecta especialmente a las mujeres, por lo que la lucha contra el racismo está presente, aunque de manera atomizada. La islamofobia es tratada por un lado, el patriarcado por otro, pero no se establecen conexiones entre ambas opresiones. En caso de que se produzca un dilema práctico entre el patriarcado y el racismo, la balanza caerá del lado de la lucha contra el patriarcado. Un ejemplo es lo que ha ocurrido en Francia con el caso de las presuntas violaciones a mujeres musulmanas de las que se le acusa al islamólogo suizo Tariq Ramadan.

El feminismo islámico hegemónico es desarrollista (o no antidesarrollista). Desde hace unos años oímos voces diversas del sur global que critican las políticas desarrollistas llevadas a cabo por Occidente. Las críticas se han centrado en las consecuencias nefastas del desarrollismo económico para las mujeres, la naturaleza y las sociedades del sur en general. Sin embargo, estas críticas no han puesto en evidencia cómo las agencias occidentales de desarrollo han instrumentalizado la religión. Se han llevado a cabo proyectos en los que se ha reforzado el patriarcado interno al tener en cuenta únicamente el liderazgo de los hombres como instrumento para llevar a cabo políticas de igualdad de género. El feminismo islámico hegemónico ha fomentado la participación de mujeres en este tipo de proyectos al presentarlos como beneficiosos para ellas[1].

El feminismo islámico hegemónico es liberal, no es anticapitalista. No solo es una herramienta del capitalismo sino que saca beneficios al formar parte del sistema capitalista. Los discursos de las feministas islámicas hegemónicas se centran en el “hecha a mí misma”, “musulmana y moderna”, “si yo he podido alcanzar el éxito tú también puedes”, “mi misión es empoderar a las demás (lo quieran o no)”, “mi libertad individual está por encima de todo y de todos”. Ha tenido en cuenta al individuo pero no a las comunidades, con todas las implicaciones que esto supone. Ha adoptado el discurso más típicamente neoliberal al dar a entender que si no has tenido éxito en tu vida es porque no te has esforzado lo suficiente, ocultando de esta manera que se trata de una cuestión estructural ya que es el propio sistema el que genera unos privilegios y unas opresiones e injusticias (además de lo problemático que es basar la vida de una persona en el “éxito”). El hecho de trabajar desde y para la individualidad supone romper con la dimensión comunitaria. Se rompe el nexo, la unión, la solidaridad, las raíces familiares y ancestrales que nos protegen de las opresiones externas. De las internas ya nos ocupamos nosotras, gracias.

El feminismo islámico hegemónico ha hecho de las tesis culturalistas su bandera. “No es el islam lo que oprime, son las culturas”. Pero como decía Leila Ahmed “a las occidentales no se les exigió que renegaran de su cultura para liberarse”. El islam pasa a ser un ente abstracto, desconectado de las vidas de las mujeres. Un ideal lejano. Una teoría más. Los hombres musulmanes son machistas porque son marroquíes, porque son senegaleses, porque son paquistaníes. Su cultura es machista. Estas tesis alimentan una percepción negativa de la propia cultura. En cambio la cultura española o las occidentales se salvan porque no son tenidas en cuenta como “culturas que oprimen a las mujeres musulmanas”. No hace ninguna distinción entre el patriarcado y las culturas. Las tesis culturalistas niegan el valor fundamental de las culturas de las mujeres y los hombres musulmanes, portadoras de riquezas, sabidurías, conocimientos, relaciones con la naturaleza, con sus gentes… Se repite a modo de letanía que si hay machismo es por culpa de la cultura, no de la religión. Pero el islam está necesariamente inserto en una cultura. La fractura entre el islam y la cultura tiene que ver con una visión moderna de la realidad.

El feminismo islámico hegemónico no es revolucionario, no propone un pensamiento alternativo al dominante sino que ha sido utilizado como simple estrategia. Su uso es globalmente instrumental por lo que está a merced de las coyunturas políticas y de unos intereses que muchas veces se nos escapan al no representar una fuerza política real. En la negociación con el poder establecido, solo podemos dejarnos utilizar a cambio de unas concesiones mínimas. Solo cuando al poder le conviene, en sus términos y con sus condiciones. El feminismo islámico hegemónico exige que el poder del Estado esté separado del poder de la religión. Da a entender que la religión (institucionalizada) debe tener unos límites claros, ya que el problema es la religión. En cambio, no lleva a cabo una crítica sobre el propio Estado y sobre el poder en sí (más allá de la separación del Estado y la religión). Es decir, según la lógica del feminismo islámico hegemónico, hay que privatizar la religión para que el poder principal lo asuma el Estado. En ese sentido es un feminismo “laico”. Pero no se ocupa de las relaciones de poder dentro de ese Estado, de las jerarquías, del control que ejerce el Estado sobre las personas y las comunidades, de los intereses del propio Estado, de las fronteras de ese Estado, de las leyes hechas desde arriba por el Estado, de la coerción del Estado sobre la sociedad civil, del racismo y del patriarcado de Estado.

El feminismo islámico hegemónico es reformista (modernista). Nayereh Tohidi afirma que “uno de los requisitos de la modernidad y la democratización en el mundo musulmán en general es que el islam pase por un proceso de reforma”[2]. Por su parte, Margot Badran, una de las historiadoras más importantes que ha centrado su trabajo en el “feminismo islámico”, señala que el “feminismo islámico es a la vez modernista y postmodernista”[3].

El reformismo plantea la necesidad de reformar, de cambiar el islam, lo que supone afirmar que hay un problema con el islam. El islam no necesita ninguna reforma. No tiene que cambiar nada porque si tuviera que hacerlo dejaría de ser una forma de vida, una experiencia, una forma de estar en el mundo, de relacionarnos, de sentirlo y de trascenderlo. No hay un problema con el islam. Hay un problema geopolítico, económico, social y de empobrecimiento cultural global que afecta a nuestras vidas y nuestras espiritualidades. No se trata de la vuelta a un origen ideal, fijo e inamovible en el siglo VII. Como dice un proverbio taoísta: «la única ley sagrada es la ley del cambio». La revelación se produce en cada instante, en cada hoja que cae del árbol, en cada respiración. No hay que confundir el islam con la religión cosificada, institucionalizada.

El feminismo islámico hegemónico no es decolonial. Parafraseando a Arzu Merali, la potencia descolonizadora del islam se diluye con el feminismo islámico hegemónico. El hecho de que una mujer sea musulmana, feminista y/o sea de un país de mayoría/minoría musulmana, no la convierte automáticamente en una feminista con un proyecto y una mirada decolonial. Actualmente los medios de comunicación y algunas voces mediáticas adjudican alegremente la etiqueta “decolonial” desvirtuando y haciendo confusos los planteamientos del pensamiento decolonial. Como afirman algunos pensadores: “La dimensión intrínsecamente colonial de la modernidad occidental: las diferentes formas de violencias imperiales no constituyen en ningún caso las consecuencias indirectas de una modernidad globalmente liberadora, sino uno de los aspectos fundamentales de una configuración específica de poder que alía, en un mismo movimiento, retórica emancipadora y lógica represiva”[4]. Ya que el feminismo islámico hegemónico se inserta dentro del marco de la modernidad y asume como propia su retórica emancipadora pero invisibiliza su lógica represiva, no se trata de un feminismo decolonial.

El feminismo islámico hegemónico no ha sido simplemente cooptado sino que sus intereses con el sistema (clasista, patriarcal, racista) convergen. Spivak se preguntaba si los subalternos podían hablar pero la pregunta se quedó corta. No se preguntó sobre el papel que desempeñaba la élite (de la que ella misma formaba parte) al hablar en nombre de otros subalternos. Hemos convertido a determinadas subalternas en las nuevas agentes privilegiadas que representan la única manera de leer la realidad. Esto no se ha llevado a cabo de manera ingenua sino que responde a la necesidad de alinearse con las exigencias del sistema para mantener una situación de privilegio.

Los medios de comunicación han difundido masivamente la reciente visita de una imama danesa a Francia. Las redes sociales se han hecho eco de una foto en la que la imama, Sherin Khankan, aparece sentada en el despacho de Emmanuel Macron. De pie, detrás, aparece el presidente. Sherin escribió en su muro de facebook la siguiente frase que acompañaba la foto: “Se necesita a un presidente sabio para apoyar el feminismo islámico y ver la religión como parte de la solución y no el problema”. No es mi objetivo entrar ahora a debatir sobre el imamato femenino sino que me interesa reflexionar sobre el contexto en el que se hacen estas declaraciones y el porqué de la invitación de Macron. Se trata de un momento en el que en Francia se viven unas contestaciones sociales brutales, en las que Macron ha destruido el código del trabajo, quiere privatizar la SNCF (la compañía pública de transportes), ha suprimido el impuesto de solidaridad sobre la fortuna, ha disminuido las cotizaciones sociales y las camas en los hospitales, presenta un proyecto de ley constitucional para reducir los poderes del parlamento, el endurecimiento de la ley asilo-migración, la evacuación de la ZAD de Notre-Dame-des-Landes, etc. Pero las musulmanas nos tenemos que dar por satisfechas porque Macron ha recibido a una imama en el Elíseo para mostrar lo modernas e integradas que podemos ser. Lo que quiero denunciar no es la reivindicación del imamato femenino sino la instrumentalización que hace del mismo el poder político en Occidente. Unos días después, Macron daba un discurso para la Conférence des Évêques (“Conferencia de los Obispos”), en un claro intento de arrancarle los votos de los católicos al Frente Nacional. Está claro que la visita de la imama ha servido para allanar el terreno para el encuentro con los obispos católicos.

El feminismo islámico hegemónico es paternalista y mesiánico. No pregunta a las mujeres sino que predica lo que deben hacer. Las consultas se hacen exclusivamente entre una élite burguesa, intelectual, urbana; con medios económicos, con acceso a la academia, a los medios de comunicación, que le dice a las demás (a las obreras, a las campesinas, a las amas de casa, a las analfabetas, a las migrantes económicas) cómo deben entender el Corán y de qué manera se tienen que adaptar a las exigencias de la CEDAW. El feminismo islámico hegemónico no se inspira en las experiencias comunitarias y locales de las que tanto tiene que aprender.

El feminismo islámico hegemónico ha caído en una suerte de determinismo islámico. Ha ignorado la complejidad de las transformaciones sociopolíticas y económicas. Ha situado a la religión institucionalizada como el único factor que influye en las vidas de las mujeres de los países de mayoría musulmana, sin tener en cuenta cómo interactúan otros factores. Ha obviado cómo el islam ha sido en parte cristianizado. Y cómo algunos de los derechos propios del islam han sido vulnerados en ese proceso de cristianización (léase los códigos de familia, el acuerdo de cooperación de 1992 entre la “comunidad musulmana” y el Estado español, etc.).

Es necesario que los feminismos islámicos que están emergiendo se distingan claramente del feminismo islámico hegemónico cambiando el enfoque desde el que están trabajando. Para ello es fundamental que la práctica de las comunidades locales inspire a la teoría y no a la inversa. Las resistencias de las comunidades locales contra el patriarcado, el racismo, el colonialismo, el capitalismo, en sus diferentes expresiones, y la exigencia de lo que es beneficioso para ellas es lo que debería guiar nuestros pasos.

Notas

[1]  Es el caso del proyecto “15 Khutba on Gender and Reproductive Health” subvencionado por la AECID (Agencia Española de Cooperación Internacional).

[2] Tohidi, N. (2008). “Feminismo islámico: negociando el patriarcado y la modernidad en Irán”. En Suárez, L. y Hernández, R. (eds.). Descolonizando el feminismo. Teorías y prácticas desde los márgenes. Madrid: Cátedra. p. 226.

[3] Badran, M. (2006) “Feminism and Conversion. Comparing Brittish, Dutch, and South African Life Stories. En Van Nieuwkerk, K. (ed.). Women Embracing Islam: Gender and Conversion in the West. Austin: University of Texas Press. p. 245.

[4] AAVV (2014). Penser l’envers obscur de la modernité. Une anthologie de la pensée décoloniale latino-américaine. Limoges: PULIM.

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