«Ser proderechos no obliga a nadie a llevar hiyab»

El colectivo feminista «Las Hijabeuses» en la marcha contra la violencia de género en París (19/11/2022). Imagen: Alliance Citoyenne

En Francia, la primera polémica sobre el hiyab surgió en 1989 con los “velos de Creil” cuando un colegio de Creil expulsó a tres alumnas. Ese caso dio pie a debates interminables en los medios de comunicación sobre el concepto de laicidad, la compatibilidad del islam con la República, la pertenencia religiosa y cultural, que desembocaron en unas medidas cada vez más intolerantes. Se pasó del “caso a caso” a la distinción entre “los signos discretos” y “los signos ostensibles”.

En 2003, la comisión Stasi, creada por Jacques Chirac, llevó a cabo un estudio en el que no tuvo en cuenta a las mujeres musulmanas. Los “especialistas” y políticos decidían sobre sus cuerpos sin ellas. Las instancias religiosas musulmanas (compuestas por hombres y creadas por la propia administración) apoyaron las medidas discriminatorias de la comisión, a cambio de mantener sus privilegios de interlocución.

Finalmente, en 2004 se aprobó la ley que prohibió “el uso de signos religiosos ostensibles en las escuelas, colegios e institutos públicos”. Además, al incluir en la ley el criterio de la intención de los alumnos, vemos claramente el riesgo de una extensión interminable de la lista de posibles signos de filiación religiosa, como pasa actualmente con las polémicas sobre el uso de faldas o vestidos anchos.

Las instancias religiosas musulmanas (compuestas por hombres y creadas por la propia administración) apoyaron las medidas discriminatorias de la comisión, a cambio de mantener sus privilegios de interlocución.

En 2011, se aprobó la ley contra el “velo integral” que provocó otra oleada de debates sobre una cuestión residual en Francia, que ya contaba con un marco legal para los casos puntuales de identificación en los espacios públicos sin necesidad de aprobar una ley que estigmatizara a los musulmanes.  

Estas leyes prohibicionistas han tenido un impacto muy negativo para las mujeres musulmanas (no solo las alumnas) y, por extensión, para todo el colectivo musulmán: islamofobia en el ámbito laboral, rechazo de que las madres acompañen al alumnado en las actividades escolares, prohibición de que las mujeres se bañen con trajes de neopreno en las piscinas municipales, expulsión y acoso en las universidades, presión para retirar el hiyab en los ayuntamientos, etc. La administración hace la vista gorda sobre los abusos, lo que provoca que se acaben normalizando. La situación ha ido empeorando hasta la culminación de la ley más islamófoba de Europa, la ley contra “el separatismo religioso”, en la que la relación causa-efecto aparece invertida. Los musulmanes están “separados” porque se los discrimina institucionalmente y esta ley refuerza la separación.

¿Qué dijeron sobre todo esto las feministas? El feminismo iustrado, universalista apoyó la ley y adoptó una lectura esencialista del hiyab: “en toda circunstancia, en todo lugar y todo momento, el hiyab oprime porque es un símbolo del patriarcado”. El feminismo inclusivo guardó un silencio incómodo, en general, menos la histórica Christine Delphy, feminista atea y materialista. Su peso como referente histórico (fue cofundadora de la revista “Nouvelles Questions Féministes” junto a Simone de Beauvoir) no fue suficiente. El apoyo a la ley por parte del feminismo prohibicionista tuvo que ver, por una parte, con su propio vacío programático, que suplió con las polémicas del hiyab como excusa para renovar una lucha trasnochada y para seguir manteniendo el monopolio discursivo; y, por otro, con su mirada paternalista-racista de las mujeres musulmanas. Todo ello, lejos de mejorar las condiciones de vida de las mujeres musulmanas, las ha empeorado. Lo que no pueden aceptar las prohibicionistas es que aún teniendo todo el aparato legislativo de su parte, las instituciones, la financiación, la enseñanza, los medios de comunicación, no consiguen doblegar la voluntad de las mujeres musulmanas de seguir llevando hiyab como acto de resistencia.  

Los musulmanes están “separados” porque se los discrimina institucionalmente y esta ley refuerza la separación.

Lo que está pasando actualmente en el Estado español, en torno al debate sobre el hiyab, tiene un aire de familia precomisión Stasi. Debemos tener en cuenta todas las cuestiones anteriores, no hacer lecturas esencialistas ni comprar los discursos neoliberales de “me lo pongo y me lo quito porque lo decido yo” y estar alerta sobre los peligros del femonacionalismo. En un contexto de discriminación y criminalización, la resistencia contra las leyes racistas es un deber. No hay libertad sin justicia.

En un contexto de discriminación y criminalización, la resistencia contra las leyes racistas es un deber.

Debemos huir de los debates teológicos y moralizantes y centrarnos en la exigencia de derechos. El hecho de defenderlos no significa que se obligue a nadie a llevar hiyab, sino que se trata de tener el control sobre nuestros cuerpos, en un entorno institucional y socialmente hostil. Y eso lo sabe (o debería saberlo) el feminismo inclusivo.  

«El blackface apareció para contrarrestar el avance social de los negros»

«El blackface no apareció, como hemos podido leer, para justificar la esclavitud sino después de la abolición, para contrarrestar el avance social de los negros».

Esta cita de Françoise Vergès, politóloga y feminista, que cuenta con un largo recorrido en investigaciones sobre la esclavitud, es muy interesante porque cambia nuestra perspectiva a la hora de combatir esta práctica racista, tan presente en las tradiciones navideñas en España. Cada año asistimos a cabalgatas de reyes en las que cientos de blackface ofenden a la comunidad africana / afrodescendiente / afroespañola. Este año el colectivo Afroféminas ha denunciado que la cabalgata de Alcoy, con sus pajes blancos pintados de negro, es racista. Paradójicamente ha recibido multitud de comentarios y reacciones racistas para defender que no se trata de una tradición racista. Una demostración clara del actual “racismo sin racistas”.

El tema es de gran calado porque no se trata “simplemente” de no ofender a un colectivo «hipersensible», «que ve el racismo donde no lo hay», sino que la tradición del blackface es una de las tantas herramientas al servicio del sistema del privilegio blanco en el que todas las personas blancas hemos sido y somos socializadas.

He querido tirar del hilo y ver a dónde me lleva la historia, el contexto histórico de la época, los argumentos objetivos que con tanto ahínco y soberbia exigen los defensores de estas tradiciones.

La primera representación de la cabalgata de Alcoy está documentada en 1866. Vamos a ver algunas fechas clave a partir de la mitad del siglo XIX en relación a la esclavitud y su abolición.

EEUU

1830-mediados siglo XX Aplicación de los códigos negros, inicialmente en Estados que no habían legalizado la esclavitud pero sirvieron para perpetuar la discriminación y la segregación racial.

1861-1865 Guerra de Secesión y la cuestión clave sobre la abolición o no de la esclavitud como telón de fondo.

1863 Proclamación de Emancipación.

Finales de 1865 Ratificación de la decimotercera enmienda a la Constitución según la cual la emancipación es universal y permanente.

1866 Texas es el primer Estado sureño en adoptar las normas emanadas de los códigos negros. Luego se unieron muchos más Estados.

1876-1965 Las leyes Jim Crow propugnaban la segregación racial. Estas leyes eran derivadas de los códigos negros.

INGLATERRA

1833 Slavery Abolition Act

FRANCIA

1685 Código negro, instrumento colonial para perpetuar el racismo y la opresión.

1794 Abolición de la esclavitud en la Declaración  de los Derechos Humanos y del Ciudadano postrevolución francesa.

1802 Napoleón restaura la esclavitud.

1848 Abolición de la esclavitud.

ESPAÑA

1768 Primer código negro inspirado en el código negro francés

1837 Abolición de la esclavitud en la península.

1865 Se crea la Sociedad Abolicionista Española.

1870 Ley de libertad de vientres, según la cual los hijos de esclavas serán libres.

1886 Abolición de la esclavitud en la última colonia española (Cuba).

En 1866, cuando se documenta por primera vez la cabalgata de reyes de Alcoy, una de las más antiguas de España (si no la más antigua), estamos en pleno proceso de abolición de la esclavitud (evidentemente no de forma efectiva pero sí globalmente legal).

Tal y como muestran las leyes Jim Crow de EEUU, se perpetuará y legalizará la discriminación y la segregación racial aunque la esclavitud esté oficialmente abolida. Por lo tanto, no se trataba ya de justificar la esclavitud sino de adaptar el sistema de privilegios a la nueva situación. Y es ahí donde el blackface entronca con la perpetuación del racismo estructural. El nombre de estas leyes tiene su origen en un vodevil de 1828 que se hizo muy famoso en EEUU, llamado “Jump Jim Crow”, en el que se caricaturizaba a un esclavo negro con discapacidad física. El actor blanco, Thomas Rice, se pintaba la cara de negro.

España no estaba al margen de estos cambios y la voluntad de caricaturizar a los pajes como esclavos negros en pleno proceso abolicionista tiene que ver con la resistencia contra la supresión de unos privilegios considerados naturales. Ni siquiera el rey negro se salva del blackface. De ahí que caricaturizar sirva para inferiorizar. Hoy en día todavía no existe una equiparación de derechos.

 

¿El etnocentrismo es malo para las mujeres?

weallcandoitFuente: Pikara Magazine – Natalia Andújar

En un contexto convulso; en plena ebullición y transformación de los movimientos feministas, nos encontramos con interminables debates, fracturas internas y agendas encontradas, en el que el feminismo hegemónico lucha por mantener su hegemonía, utilizando parte del argumentario y de las estrategias patriarcales, desacreditando a los feminismos disidentes y presentándose como única voz autorizada.

Se trata de un feminismo dogmático, en un contexto de lucha de autoridad. Celia Amorós se erige en una de las voces autorizadas por la academia feminista para la que “el multiculturalismo radical que postulan “los feminismos de mujeres de color” estadounidenses y que tiene una influencia significativa en espacios intelectuales y políticos latinoamericanos (…) parte de una oposición entre feminismos blancos burgueses y feminismos de color. Y esta división del feminismo no deja de ofrecer problemas, porque sugiere la existencia de un feminismo que es legítimo y otro que no lo es”[1].

Es realmente cínico que sea la propia élite, esto es, aquella que mantiene un control férreo sobre la producción feminista, que tiene el monopolio de la prensa mainstream y de la academia, y que invisibiliza a los feminismos disidentes y decoloniales, la que acuse a estos últimos de establecer una distinción sobre lo que es legítimo y lo que no, dentro del feminismo.

Sorprende que gasten más energías en desacreditar a otras feministas, en decirles cómo deben vestirse, en recriminarles que no sigan su agenda interesada; en lugar de solidarizarse con sus luchas y con las discriminaciones múltiples que sufren.

El eslogan “¡solidaridad con las mujeres del tercer mundo!” no puede esconder una actitud paternalista, ni caritativa sino que se deben establecer unas relaciones solidarias y colaborativas horizontales, en las que haya reciprocidad, igualdad de trato, respeto y dignidad para todas.

Este feminismo hegemónico presenta falsos dilemas al enfrentar el feminismo y el multiculturalismo cultural; la lucha antisexista y la lucha antirracista. ¿Qué pasaría si las feministas no blancas exigieran a las blancas que renegaran de su cultura por ser machista? ¿Qué cultura deberían adoptar entonces las blancas? ¿Por qué las no blancas tendrían derecho a decirles a las blancas que imitaran su cultura? ¿Con qué autoridad podrían hacerlo? Entiéndase “blancas” y “no blancas”, no como un concepto racial sino un constructo social.

En 1999 Susan Moller Okin publicó el texto “¿El multiculturalismo es malo para las mujeres?”, en el que ponía sobre la mesa este supuesto dilema. Azizah al Hibri, filósofa y profesora musulmana le replicó con otro texto “¿El feminismo occidental patriarcal es bueno para las mujeres del tercer mundo?”[2]

La primera fuente de controversia reside en que Okin se basa en una visión del otro sobre la base de estereotipos y generalizaciones. Como afirma Al Hibri “su comprensión de otras culturas/religiones se deriva de fuentes secundarias de fuera de esas culturas/religiones. La segunda fuente de controversia reside en que la posición de Okin convierte en antagonistas a la justicia de género y a la justicia etnocultural”.[3]

Por otro lado, no se trata solamente de un tipo de feminismo instrumentalizado por parte de todo el espectro político, y en especial, de los movimientos de extrema derecha (parecería que esta instrumentalización es totalmente ajena a su voluntad y por lo tanto, sería víctima inocente de la voluntad del patriarcado imperante en la esfera política), sino que además el feminismo hegemónico trabaja de manera consciente y activa para uniformar las prioridades de la lucha feminista, pero únicamente a su imagen y semejanza.

Las luchas contra el racismo, la xenofobia, la islamofobia, la lgtofobia, el derecho de asilo y la lucha contra la pobreza, son luchas feministas porque las mujeres están atravesadas por todas esas discriminaciones e injusticias. Hay mujeres que son a la vez pobres, extranjeras, lesbianas, negras, refugiadas y musulmanas. No podemos atender únicamente a la discriminación por razón de género, sin tener en cuenta, a la vez, las discriminaciones por razón de clase, origen, sexo, raza y religión. Estas no deben ser tratadas como “simples daños colaterales”, dentro de un proyecto feminista superior. Es necesario tener en cuenta la interseccionalidad de las opresiones, ver cuáles son las conexiones que se llevan a cabo, por parte de quién, quién se beneficia de ello y cómo se dan en diferentes contextos, tanto históricos, geográficos como experienciales.

Sorprende también que defiendan una postura esencialista y no laica de las religiones en general, y del islam y las personas musulmanas, en particular. A menudo leemos afirmaciones de ciertas feministas: “el islam no es compatible con el feminismo”, “el islam no es compatible con la democracia y los derechos humanos”.

Estos planteamientos llevan una carga negativa implícita porque se presenta de entrada como una contradicción en la que el elemento negativo, el elemento que debe adaptarse es el islam; y el elemento positivo, el elemento a imitar, es el feminismo, la democracia y los derechos humanos.

Los dos conceptos se plantean desde una mirada esencialista, como si solo pudiéramos entender el islam y el feminismo o el islam y los derechos humanos, de una única manera, lo que nos llevaría efectivamente a una paradoja total.

Por lo tanto, es necesario cambiar la manera en la que formulamos las preguntas. Deberíamos preguntarnos por qué no hay democracia en muchos países de mayoría (¡y de minoría!) musulmana o por qué no se respetan los derechos humanos o aún, por qué se perpetúan las discriminaciones hacia las mujeres. Desde ahí podemos responder de manera empírica, en lugar de presentar una caricatura del islam y de validar las posturas reaccionarias y patriarcales que existen dentro del islam.

[1] Amorós, C.; Cobo, R.; Miyares, A.; Sánchez, A.; Posada, L. Interculturalidad, feminismo y educación. Madrid, Catarata, 2006. p. 27

[2] Cohen, J.; Howard, M. y Nussbaum, M. (eds.), Is multiculturalism bad for women?, Princetown University Press, 1999, págs. 41-47.

[3] Pérez, O. “Indígenas y derechos colectivos. ¿Es el multiculturalismo malo para las mujeres?” in Derechos y libertades: Revista del Instituto Bartolomé de las Casas,  Año nº 9, Nº 13, 2004, págs. 399-430

«Me gritaron negra»

victoria-santa-cruzVictoria Santa Cruz Gamarra nació el 27 de octubre de 1922. Es autora y directora teatral, coreógrafa e investigadora. Su trascendental labor en el devenir del folklore afroperuano no necesita presentación. Ha fundado y dirigido varios elencos artísticos. Es muy recordada por su labor al frente del «Conjunto Nacional de Folklore».
Cuando en 1959 Victoria funda con su hermano Nicomedes el conjunto CUMANANA se inicia el resurgimiento del folklore negro del Perú. En ese año compuso la música de su canción más conocida: el valse criollo «Callejón de un solo caño» con letra de Nicomedes.
En 1961 viajó con una beca del gobierno francés, obteniendo premios en el Teatro de las Naciones como diseñadora y realizadora de vestuario. Vuelve al Perú en 1966 y funda el grupo «Teatro y Danzas negros del Perú», en 1967 al frente de este conjunto su labor de restitución rescata y recrea danzas perdidas como la Zamacueca, el Alcatraz, el Zamba-landó.
En 1969 fue nombrada Directora de la Escuela Nacional de Arte Folklórico. En 1973 funda el Conjunto Nacional de Folklore, el cual dirige durante 10 años, durante los cuales realizaron varias giras internacionales, Victoria ha compuesto pregones, panalivios, marineras, landós y zamacuecas que han quedado grabados en varios LPs, hoy en CDs.
En los años setenta el tema “Me gritaron Negra”, fue presentado en teatro y televisión en forma de una estampa y dicho en primer plano por su propia autora. El texto – de por sí rítmico – es reforzado por efectos de percusión – un cajón, las propias palmas de la recitadora y enfatizado por los movimientos y voces de un grupo de personajes.
“ Me gritaron negra” (Victoria Santa Cruz)Tenia siete años apenas,
apenas siete años,
¡Que siete años!
¡No llegaba a cinco siquiera!
De pronto unas voces en la calle
me gritaron ¡Negra!
¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra!
“¿ Soy acaso negra?”- me dije
¡ SI !
“¿Qué cosa es ser negra?”
¡Negra!
Y yo no sabía la triste verdad que aquello escondía.
¡Negra!
Y me sentí negra,
¡Negra!
Como ellos decían
¡Negra!
Y retrocedí
¡Negra!
Como ellos querían
¡Negra!
Y odie mis cabellos y mis labios gruesos
y mire apenada mi carne tostada
Y retrocedí
¡Negra!
Y retrocedí . . .
¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra!
¡Negra! ¡Negra! ¡Neeegra!
¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra!
¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra!
Y pasaba el tiempo,
y siempre amargada
Seguía llevando a mi espalda
mi pesada carga
—·–·—·– (percusión)
¡ Y como pesaba ¡ . . .
Me alacie el cabello,
me polvee la cara,
y entre mis cabellos siempre resonaba la misma palabra
¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra!
¡Negra! ¡Negra! ¡Neeegra!
Hasta que un día que retrocedía , retrocedía y que iba a caer
¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra!
¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra!
¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra!
¡Negra! ¡Negra! ¡Negra!
¿Y qué?
—- (percusión)
¿Y qué? ¡Negra!
Si
¡Negra!
Soy
¡Negra!
Negra
¡Negra!
Negra soy
¡Negra!
Si
¡Negra!
Soy
¡Negra!
Negra
¡Negra!
Negra soy
De hoy en adelante no quiero
laciar mi cabello
No quiero
Y voy a reírme de aquellos,
que por evitar – según ellos –
que por evitarnos algún sinsabor
Llaman a los negros gente de color
¡ Y de que color ¡
NEGRO
¡ Y que lindo suena ¡
NEGRO
¡ Y que ritmo tiene ¡
NEGRO NEGRO NEGRO NEGRO
NEGRO NEGRO NEGRO NEGRO
NEGRO NEGRO NEGRO NEGRO
NEGRO NEGRO NEGRO
Al fin
Al fin comprendí
AL FIN
Ya no retrocedo
AL FIN
Y avanzo segura
AL FIN
Avanzo y espero
AL FIN
Y bendigo al cielo porque quiso Dios
que negro azabache fuese mi color
Y ya comprendí
AL FIN
Ya tengo la llave
NEGRO NEGRO NEGRO NEGRO
NEGRO NEGRO NEGRO NEGRO
NEGRO NEGRO NEGRO NEGRO
NEGRO NEGRO
¡Negra soy!
Vale la pena detenerse en el comentario de un internauta, «Victor Manuel», sobre el video:
Se trata de una propuesta sólida en su concepto musical, político y teorético. Victoria Santa Cruz, parte de un hecho cotidianizado, la discriminación racial a través de la palabra, para generar una crítica filosófica que implica la reflexión por el «sí mismo». Cuando el «sí mismo» es puesto en cuestión, se genera la aceptación de la jerarquía racial, se acepta el estigma: «retrocedí». Luego de un proceso crítico de autoreflexión, se produce el despertar de la consciencia del propio «sí mismo» como ser real, que tiene una existencia fuera y por encima del estigma, el «sí mismo» se transforma en tanto se hace consciente de su condición y potencia de fuerza: la mujer, la negra, la identidad se fortalece. «Soy negra y qué», es una parte maravillosa en que el ser humano ha conquistado su propio cuerpo y consciencia en oposición al estigma racial jerarquizante. Logra resemantizar el estigma y «negro» pasa de ser un insulto a ser una afirmación. Gran obra sin duda, las palabras no bastan para transmitir su potencia crítica, por ello mismo existe como manifestación artística y acto político.