¿El etnocentrismo es malo para las mujeres?

weallcandoitFuente: Pikara Magazine – Natalia Andújar

En un contexto convulso; en plena ebullición y transformación de los movimientos feministas, nos encontramos con interminables debates, fracturas internas y agendas encontradas, en el que el feminismo hegemónico lucha por mantener su hegemonía, utilizando parte del argumentario y de las estrategias patriarcales, desacreditando a los feminismos disidentes y presentándose como única voz autorizada.

Se trata de un feminismo dogmático, en un contexto de lucha de autoridad. Celia Amorós se erige en una de las voces autorizadas por la academia feminista para la que “el multiculturalismo radical que postulan “los feminismos de mujeres de color” estadounidenses y que tiene una influencia significativa en espacios intelectuales y políticos latinoamericanos (…) parte de una oposición entre feminismos blancos burgueses y feminismos de color. Y esta división del feminismo no deja de ofrecer problemas, porque sugiere la existencia de un feminismo que es legítimo y otro que no lo es”[1].

Es realmente cínico que sea la propia élite, esto es, aquella que mantiene un control férreo sobre la producción feminista, que tiene el monopolio de la prensa mainstream y de la academia, y que invisibiliza a los feminismos disidentes y decoloniales, la que acuse a estos últimos de establecer una distinción sobre lo que es legítimo y lo que no, dentro del feminismo.

Sorprende que gasten más energías en desacreditar a otras feministas, en decirles cómo deben vestirse, en recriminarles que no sigan su agenda interesada; en lugar de solidarizarse con sus luchas y con las discriminaciones múltiples que sufren.

El eslogan “¡solidaridad con las mujeres del tercer mundo!” no puede esconder una actitud paternalista, ni caritativa sino que se deben establecer unas relaciones solidarias y colaborativas horizontales, en las que haya reciprocidad, igualdad de trato, respeto y dignidad para todas.

Este feminismo hegemónico presenta falsos dilemas al enfrentar el feminismo y el multiculturalismo cultural; la lucha antisexista y la lucha antirracista. ¿Qué pasaría si las feministas no blancas exigieran a las blancas que renegaran de su cultura por ser machista? ¿Qué cultura deberían adoptar entonces las blancas? ¿Por qué las no blancas tendrían derecho a decirles a las blancas que imitaran su cultura? ¿Con qué autoridad podrían hacerlo? Entiéndase “blancas” y “no blancas”, no como un concepto racial sino un constructo social.

En 1999 Susan Moller Okin publicó el texto “¿El multiculturalismo es malo para las mujeres?”, en el que ponía sobre la mesa este supuesto dilema. Azizah al Hibri, filósofa y profesora musulmana le replicó con otro texto “¿El feminismo occidental patriarcal es bueno para las mujeres del tercer mundo?”[2]

La primera fuente de controversia reside en que Okin se basa en una visión del otro sobre la base de estereotipos y generalizaciones. Como afirma Al Hibri “su comprensión de otras culturas/religiones se deriva de fuentes secundarias de fuera de esas culturas/religiones. La segunda fuente de controversia reside en que la posición de Okin convierte en antagonistas a la justicia de género y a la justicia etnocultural”.[3]

Por otro lado, no se trata solamente de un tipo de feminismo instrumentalizado por parte de todo el espectro político, y en especial, de los movimientos de extrema derecha (parecería que esta instrumentalización es totalmente ajena a su voluntad y por lo tanto, sería víctima inocente de la voluntad del patriarcado imperante en la esfera política), sino que además el feminismo hegemónico trabaja de manera consciente y activa para uniformar las prioridades de la lucha feminista, pero únicamente a su imagen y semejanza.

Las luchas contra el racismo, la xenofobia, la islamofobia, la lgtofobia, el derecho de asilo y la lucha contra la pobreza, son luchas feministas porque las mujeres están atravesadas por todas esas discriminaciones e injusticias. Hay mujeres que son a la vez pobres, extranjeras, lesbianas, negras, refugiadas y musulmanas. No podemos atender únicamente a la discriminación por razón de género, sin tener en cuenta, a la vez, las discriminaciones por razón de clase, origen, sexo, raza y religión. Estas no deben ser tratadas como “simples daños colaterales”, dentro de un proyecto feminista superior. Es necesario tener en cuenta la interseccionalidad de las opresiones, ver cuáles son las conexiones que se llevan a cabo, por parte de quién, quién se beneficia de ello y cómo se dan en diferentes contextos, tanto históricos, geográficos como experienciales.

Sorprende también que defiendan una postura esencialista y no laica de las religiones en general, y del islam y las personas musulmanas, en particular. A menudo leemos afirmaciones de ciertas feministas: “el islam no es compatible con el feminismo”, “el islam no es compatible con la democracia y los derechos humanos”.

Estos planteamientos llevan una carga negativa implícita porque se presenta de entrada como una contradicción en la que el elemento negativo, el elemento que debe adaptarse es el islam; y el elemento positivo, el elemento a imitar, es el feminismo, la democracia y los derechos humanos.

Los dos conceptos se plantean desde una mirada esencialista, como si solo pudiéramos entender el islam y el feminismo o el islam y los derechos humanos, de una única manera, lo que nos llevaría efectivamente a una paradoja total.

Por lo tanto, es necesario cambiar la manera en la que formulamos las preguntas. Deberíamos preguntarnos por qué no hay democracia en muchos países de mayoría (¡y de minoría!) musulmana o por qué no se respetan los derechos humanos o aún, por qué se perpetúan las discriminaciones hacia las mujeres. Desde ahí podemos responder de manera empírica, en lugar de presentar una caricatura del islam y de validar las posturas reaccionarias y patriarcales que existen dentro del islam.

[1] Amorós, C.; Cobo, R.; Miyares, A.; Sánchez, A.; Posada, L. Interculturalidad, feminismo y educación. Madrid, Catarata, 2006. p. 27

[2] Cohen, J.; Howard, M. y Nussbaum, M. (eds.), Is multiculturalism bad for women?, Princetown University Press, 1999, págs. 41-47.

[3] Pérez, O. “Indígenas y derechos colectivos. ¿Es el multiculturalismo malo para las mujeres?” in Derechos y libertades: Revista del Instituto Bartolomé de las Casas,  Año nº 9, Nº 13, 2004, págs. 399-430

Ha fallecido la activista y escritora Tayyibah Taylor, fundadora de la Revista Azizah

tayibah taylor6Hace un par de días me enteré del fallecimiento de Tayyibah Taylor, una mujer extraordinaria a la que tuve el honor de conocer en 2006 en Nueva York, en la conferencia internacional WISE, que reunía a musulmanas de diferentes puntos del planeta con un objetivo común: aunar esfuerzos en el empoderamiento de las musulmanas. Unos años después volvimos a coincidir en Kuala Lumpur, en la segunda edición de esa misma conferencia, a la que se habían unido muchas mujeres más. Me impactó la firmeza de sus convicciones, a la vez que la empatía  y la dulzura que transmitía a la hora de abordar los distintos obstáculos a los que nos enfrentamos como musulmanas. Siempre impecable, de una elegancia innata, llevó a cabo una importante labor a favor de la paz y la igualdad.  En la revista Azizah, que fundó ella misma, sus compañeras le han rendido un emotivo y justo homenaje: «pionera, emprendedora, líder, activista para el encuentro interreligioso, modelo de conducta, madre, escritora, maestra, hermana y activista por la paz». Inna illahi wa inna illayhi rayiun. De Él venimos y a Él volvemos.

Tayyibah Taylor fue fundadora editora jefe de la revista Azizah, ganadora de dos Premios Eddie Folio y  New America. Tayyibah fue nombrada una de las 500 personas musulmanas más influyentes del mundo por el think tank de Oriente Medio The Royal Islamic Studies. El Huffington Post la destacó como una de las diez musulmanas americanas que deberíamos conocer. A través de la revista Azizah, proporcionó un vehículo para la voz de las estadounidenses musulmanas, un vehículo que representa sus puntos de vista y experiencias, y rompe estereotipos comúnmente aceptados. Tayyibah combinaba su pasión por la espiritualidad y los asuntos sobre las mujeres con la comunicación para promover las causas de las musulmanas.

IMG_3490-3372Tuvo distintas apariciones en la CNN y otros medios de comunicación para opinar sobre temas de actualidad y tuvo la oportunidad de visitar treinta y siete países de seis continentes. Pronunció múltiples conferencias sobre el Islam y las musulmanas, tanto a nivel nacional como internacional, incluyendo la conferencia sobre el Islam en América en la Harvard Divinity School;  la conferencia sobre el Islam y los musulmanes del siglo XIX en la Universidad Internacional Islámica de Malasia, el Diálogo belga-norteamericano musulmán, el ciclo de conferencias sobre las mujeres de la Cátedra de Sharia y Derecho de la Universidad Islámica Internacional de Islamabad, Pakistán, y el Simposio Fulbright en Perth, Australia. Tayyibah trabajó en varias iniciativas interreligiosas y viajó a Turquía, España, Marruecos, Jerusalén, Grecia y Jordania con varios grupos de judíos, cristianos y musulmanes. En la primavera de 2010, fue una de las ocho personas musulmanas que se encontraron con Su Santidad el Dalai Lama en un evento conjunto islamo-budista y fue invitada al Iftar de la Casa Blanca en agosto de 2011.

Nació en la isla de Trinidad en el Caribe pero creció en Toronto, Canadá y estudió biología y filosofía en la Universidad de Toronto. Vivió en Jeddah, Arabia Saudita durante varios años y asistió a clases en la Universidad Rey Abdul-Aziz de Estudios Árabes e Islámicos.

Tayyibah Taylor participó en la junta directiva de la Atlanta Interfaith Broadcasters, el consejo de administración del Georgia Council for International Visitors y de la junta directiva de la Faith Alliance of Metro Atlanta y el Comité de dirección de WISE, una organización que reúne a musulmanas y líderes mundiales que fomenta la participación de las musulmanas en la ley islámica y los debates contemporáneos.

Tayyibah Taylor fue amada por todos los que la conocieron y trabajaron con ella. Echaremos de menos su rostro amoroso y su actitud positiva. Que Dios tenga misericordia de su alma. Amin. Tenía cinco hijos y cinco nietos.

La janaza (funeral) tuvo lugar el pasado 6 de septiembre en la mezquita Al-Islam de Atlanta. El imam Plemon El-Amin, para quien Tayyibah «fue una mujer precursora, de la que nosotros debemos seguir su ejemplo», dirigió la congregación de la janaza, con una importante presencia de mujeres. Se puede ver íntegramente a través del siguiente enlace.

 

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La  familia de Tayyibah Taylor pronunció unas emotivas palabras y solicitó la ayuda de todos para colaborar con la Fundación Back to Basics Kids, de la que Tayyibah fue miembro ejecutivo y abogada.

El Mensajero de Allah (pyb) dijo: «no hay ningún/a musulmán/a que muera en la jornada del viernes o la noche del viernes, sin que Allah lo proteja del juicio de la tumba». Narrado por Ahmad, 6546; al-Tirmidhi, 1074.

Que Allah la haya acogido entre los y las justos/as. Despedida de las hijas e hijos de Tayyibah Taylor durante la janaza.

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Fuente: Azizah Magazine, Aishah Schwartzuseducationtv.com

«Excluir a las musulmanas del liderazgo espiritual refuerza el discurso colonial y machista»

simboloEntrevista concedida a Sirin Adlbi en el marco de la realización de su tesis doctoral titulada: Colonialidad, mujeres, feminismo e islam: construcción y deconstrucción de “la mujer musulmana”.

Cuando se habla de fundamentalismo religioso, ¿a qué se hace referencia en particular?

Es complicado dar una respuesta unívoca, porque algunos especialistas consideran que diversas corrientes son fundamentalistas sin tener en cuenta qué es lo que les une o les diferencia. Es una etiqueta creada desde fuera, por observadores externos, y en muchos casos, se abusa de ella.

Pero ya que se me pide una definición, podría decir que el fundamentalismo religioso (en este caso me centraré en el mal llamado “fundamentalismo islámico”) es aquel que reivindica la vuelta a unos supuestos fundamentos islámicos. Promueve una visión idealizada, utópica y por lo tanto, atemporal del islam, basada en una concepción binaria, estricta e intransigente del bien y del mal. Todo lo relacionado con Occidente es negativo y todo lo relacionado con el islam de los primeros siglos es perfecto. No hay matices, no hay contextualización histórica, las interpretaciones humanas se divinizan. El uso del anatema es muy frecuente, así como la insistencia en aislarse del resto de la población por no compartir la visión sectaria de las relaciones humanas que defiende, por no compartir su propia concepción de la ética y la política. El fundamentalismo islámico es un producto de la modernidad.

En lo que concierne a la situación de las mujeres musulmanas, la pérdida de sus derechos no puede achacarse únicamente al auge de sectores fundamentalistas. Esta pérdida tiene que ver igualmente con los efectos negativos producidos por las guerras. El imperialismo estadounidense invadió Irak y Afganistán en nombre de una ‘guerra contra el terror’ y de la ‘liberación de la mujer’. De esta manera acabó reforzando a todas las autoridades patriarcales, tribales y religiosas. El neoliberalismo y el fundamentalismo son dos polos reaccionarios que se oponen, pero al mismo tiempo se refuerzan mutuamente.

¿Qué significa feminismo islámico?

El feminismo islámico es un movimiento emergente de hombres y mujeres que están convencidos de que el islam no es en esencia una religión misógina o patriarcal. Defiende la igualdad ontológica de los seres humanos, la igualdad de derechos. Denuncia la usurpación de roles al presentar las lecturas hechas por los hombres a lo largo de los siglos como “la palabra divina”. El feminismo islámico es diverso, hay diferentes tendencias dentro del movimiento, que a su vez forma parte de la gran familia feminista. El adjetivo ‘islámico’ permite contextualizar las luchas y dar respuestas adaptadas al contexto que se quiere transformar. A diferencia del feminismo laico, el feminismo islámico se sitúa en un marco religioso. Es evidente que la dimensión política y social es muy importante pero sobre todo se trata de un movimiento de regeneración espiritual.

¿Qué entiendes por patriarcado?

El diccionario de la Real Academia Española define la palabra patriarcado como “una organización social primitiva donde la autoridad es ejercida por un varón, jefe de cada familia, extendiéndose este poder a los parientes aún lejanos de un mismo linaje”.

Hoy en día esta definición es parcial ya que no refleja las nuevas acepciones. Se trata de una estructura que presenta al hombre como un ser superior que ejerce su dominio sobre la mujer y la explota; una estructura que le permite al hombre perpetuarse en ese papel.

¿Qué se considera sexismo para ti?

El sexismo es la discriminación ejercida contra las personas por razón de sexo.

¿Qué significa “desarrollo”? ¿Cómo se lleva a cabo?

La pregunta es demasiado general. Puede ser un desarrollo personal, espiritual, económico… Si la pregunta va en el sentido del desarrollo económico de un país, habría que ver a su vez qué modelo económico es más idóneo, qué factores entran en juego, qué ética, etc.

Una definición posible podría ser la siguiente:

“Se entiende como desarrollo, la condición de vida de una sociedad en la cual las necesidades auténticas de los grupos y/o individuos se satisfacen mediante la utilización racional, es decir sostenida, de los recursos y los sistemas naturales.” (zonaeconomica.com)

Yo no sé cómo se lleva a cabo porque no soy economista, pero lo que tengo claro es que las soluciones no pueden importarse desde fuera ni imponerse. Cada país ha de encontrar sus propias soluciones y no tienen por qué seguir un modelo preestablecido (el occidental, con sus matices internos), sino que cada sociedad debe encontrar el sistema que mejor promueva el bienestar social, la justicia social, el respeto a la diversidad cultural, religiosa, etc.

¿Qué entiendes por “feminismo”?

Hay tres corrientes mayoritarias. Por un lado, la que defiende el ‘universalismo’: hay uno. Por otro lado la que defiende el ‘diferencialismo’: hay dos.

En el primer enfoque se reivindica la igualdad de género pero el modelo a seguir es el masculino, en cambio, el segundo, reivindica una identidad propia femenina (en esta corriente entra el llamado ‘ecofemismo’).

Y la tercera corriente, es la llamada teoría queer: ni uno ni dos. Propone la superación de la lógica binaria de las dos anteriores. Es decir, tanto hombres como mujeres pueden reivindicar indistintamente su lado masculino y femenino.

¿Cuáles son los objetivos del feminismo islámico a corto y largo plazo?

Dar respuesta a las necesidades urgentes de las musulmanas, contribuir positivamente en la lucha global feminista…

Los retos son múltiples: romper el monopolio interpretativo, desligar la noción de feminismo del proyecto imperialista occidental, abrir el concepto de feminismo en occidente y luchar contra la ignorancia y los prejuicios.

Hablas de considerar el feminismo islámico como un feminismo postcolonial, ¿qué entiendes por feminismo postcolonial?

Aunque el término ‘postcolonial’ remite a todas las culturas afectadas por el proceso imperial desde la colonización hasta nuestros días, “la propuesta epistemológica de descolonizar el conocimiento y develar la manera en que las representaciones textuales de aquellos sujetos sociales (construidos como “los otros” en distintos contextos geográficos e históricos) se convierten en una forma de colonialismo discursivo que no sólo da cuenta de una realidad sino que la construye. Podríamos decir entonces que el adjetivo de poscoloniales se refiere a una aspiración descolonizadora del conocimiento producido desde el Sur, más que a los procesos de descolonización política que se dieron en África y Asia, de donde son originarios algunos de los principales representantes de esta corriente”.[1]

Algunos no musulmanes piensan que el feminismo y el islam no son compatibles, es decir, que la igualdad sólo se podría conseguir erradicando las religiones de la esfera pública, ya que todas serían misóginas. Algunas feministas piensan que no hace falta añadir adjetivos ya que el feminismo a secas es universal y ya incorpora la defensa de los derechos de las mujeres musulmanas. El problema es que ese supuesto feminismo universal está monopolizado por la clase burguesa, blanca y occidental, y no cree que sea posible que un texto sagrado sea  una fuente de liberación.  Tal y como apunta la antropóloga Rita Segato[2].

«Coincido en que hay proyectos basados en una certeza, infundada, de superioridad moral, que pretende enseñarnos cómo no ser machistas, cómo no ser racistas, homófobos, etcétera. Hace poco estuve en un congreso de género celebrado en Sevilla. Allí se esperaba que yo dijera que las feministas europeas tienen que civilizar a las mujeres islámicas y yo jamás podría afirmar eso. No siento que el mundo blanco y moderno tenga autoridad para enseñarles a las mujeres musulmanas cómo deben cuidarse.»

¿A qué población te diriges en tu discurso?

Tanto a los musulmanes como a los no musulmanes. En los últimos años he desarrollado una labor de difusión del feminismo islámico tanto en ambientes académicos como en los medios de comunicación. En mi labor docente, me he dirigido sobre todo a un público no musulmán, un público variado. En mi labor como activista, estoy más en contacto con jóvenes musulmanes que se identifican cada vez más con el feminismo islámico así como con hombres y mujeres conversos.

En qué se traduce el feminismo islámico en la práctica. ¿Qué acciones concretas se llevan a cabo?

Formación, monitoring, asesoramiento jurídico, lobbying para conseguir que se modifiquen algunas leyes sexistas, etc.

Musawah es una plataforma creada por Sisters in Islam que propone un paquete de recursos para que las mujeres conozcan los derechos que les otorga el islam, karamah ofrece asesoramiento jurídico sobre temas familiares, el Consejo Canadiense de Mujeres Musulmanas ha editado unas guías informativas sobre la ley de la familia en Ontario. Son solo algunos ejemplos.

¿Qué significa para ti ortodoxia musulmana, cómo percibes tu proyecto desde este punto de vista?

Según Mohammed Arkoun «toda ortodoxia es necesariamente una visión ideológica orientada en gran parte hacia el interés subjetivo del grupo al que pertenece». Estoy de acuerdo con esta afirmación. A mí no me interesa que el feminismo islámico sea ‘ortodoxo’, de hecho si lo fuera dejaría de ser eficaz. El islam no tiene dogmas. Lo que me interesa es la ortopraxis: la acción beneficiosa para la comunidad.

Es necesaria una relectura de los textos sagrados para hacer feminismo islámico, ¿por qué? ¿Quién lleva a cabo esa relectura? ¿Cuáles son las condiciones de la relectura?

Es necesaria una relectura de los textos sagrados porque las que se han hecho hasta ahora han sido hechas únicamente para hombres y por hombres y han sido utilizadas para validar las estructuras patriarcales preexistentes. La mayoría de las exégesis coránicas reproducen y mantienen el modelo patriarcal ya que los exégetas estaban condicionados por su propia experiencia y visión histórica.

El monopolio interpretativo masculino se ha ido fortaleciendo a lo largo de los siglos gracias a los poderes políticos. El poder político y el poder religioso siempre se han necesitado. El primero necesita una supuesta legitimidad religiosa para mantenerse ad infinitum en el poder y a cambio el poder religioso mantiene su monopolio interpretativo.

Incluso dentro del círculo de intelectuales reformistas hay quienes están en contra de la democratización de la lectura de los textos sagrados. Entre ellos podemos citar a Tariq Ramadan, el cual establece una serie de condiciones para ser muÿtahid (quien hace iÿtihad)[3]. Exige que tengan:

1. Conocimiento del árabe.

2. Conocimiento de las ciencias del Corán y hadiz.

3. Profundo conocimiento de los objetivos (maqasid) de la Sharia.

4. Conocimiento de las cuestiones en las que hay iÿma (consenso).

5. Conocimiento del principio del razonamiento analógico (qiyas) y su metodología.

6. Conocimiento del contexto social, político, histórico sobre la situación de la gente que vive a su alrededor (ahwal al-nas).

7. Reconocimiento de su propia competencia, honestidad y legitimidad.

Esta postura hasta ahora mayoritaria, esto es, la que defiende la exclusividad interpretativa de una élite, se opone al acceso democrático de las fuentes islámicas reivindicado por las feministas musulmanas. Como apunta Asma Barlas:

“A lo largo de prácticamente toda nuestra historia, la mayoría de los musulmanes ha interpretado el Corán como un texto patriarcal e incluso misógino. Pero cuando algunos expertos contemporáneos han comenzado a defender que estas interpretaciones guardan relación con quién ha leído el Corán, cómo y en qué contextos, los musulmanes conservadores se han parapetado detrás del baluarte de la tradición. De este modo, rechazan, en el nombre de la tradición, nuevas lecturas del Corán, sobre todo si proceden de mujeres, tanto porque esas lecturas alteran los significados atribuidos al texto por exégetas varones como porque, el hacerlo, representan una amenaza para los papeles tradicionales de los hombres como intérpretes del conocimiento religioso. Así, los conservadores pueden descartar las interpretaciones femeninas sin siquiera haberlas leído”[4].

La jurisprudencia se puede adaptar pero no soluciona el problema de fondo. Lo que hay que cambiar son las interpretaciones que hacen los ulema del Corán ya que no responden a las necesidades de nuestras sociedades. Se trata de unas interpretaciones conservadoras y que, además, defienden los intereses del poder.

En julio del año pasado participé en un encuentro internacional de mujeres musulmanas organizado por la plataforma WISE (Women in Islamic Spirituality and Equality) en Kuala Lumpur (Malasia). Durante el encuentro, se hicieron una serie de encuestas para saber lo que opinaban sobre los diferentes obstáculos a los que se enfrentaban, cuáles eran sus retos como mujeres musulmanas, sus prioridades y objetivos… El resultado fue muy revelador: el 80% respondió que la prioridad de las musulmanas era hacer una relectura de los textos sagrados para cambiar la situación discriminatoria que viven muchas mujeres musulmanas en la actualidad.

¿Qué significa democracia, derechos humanos e igualdad de la mujer?

La democracia es un concepto que ha ido cambiando a lo largo de la historia. Actualmente, cuando hablamos de democracia nos referimos sobre todo a la democracia parlamentaria: un sistema de gobierno según el cual el poder proviene o dimana de los ciudadanos. Son los ciudadanos los que, con su voto directo, eligen a sus representantes políticos. El sistema exige la separación de poderes: ejecutivo, legislativo y judicial y la alternancia en el poder de acuerdo a los votos emitidos con una regularidad establecida de antemano.

Si bien la democracia fue un triunfo en occidente como sistema de gobierno, en los últimos años están surgiendo autores que hablan de «postdemocracia». La participación directa de los ciudadanos es cada vez más escasa, se ve mediatizada por los propios partidos políticos que funcionan como auténticas empresas y por los medios de comunicación que tienen la capacidad de dirigir en buena medida los pensamientos de la población hacia ideas concretas. Por otra parte, se trata también del poder intercontinental de las grandes corporaciones y empresas que son capaces de doblegar a los gobiernos. Si a ello unimos la multitud de tratados internacionales, nos encontramos con una realidad democrática muy distinta a la original en sus consecuencias prácticas.

El informe del año 2008 elaborado por Human Rights Watch denuncia los abusos que se ejercen en nombre de la democracia:

“Parece que Washington y los gobiernos europeos están dispuestos a aceptar incluso la elección más dudosa, siempre y cuando el ‘vencedor’ sea un aliado estratégico o comercial” (Kenneth Roth, director ejecutivo de Human Rights Watch)[5].

Se puede concebir el término «democracia» de manera restrictiva; se referiría a la elección popular de los dirigentes de una sociedad o de manera más amplia, que incluiría la defensa de los derechos humanos. Los derechos humanos están contenidos en los 30 artículos de la Declaración Universal de 1948, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Se basan en las nociones de justicia, paz y libertad. Algunos países de mayoría musulmana le reprochan que esté redactada desde una visión etnocéntrica. No están en contra de las grandes líneas directrices sino más bien de su aplicación y su uso, a veces, interesado.

La igualdad de la mujer respecto al hombre, la igualdad del hombre respecto a la mujer, se refiere a la aspiración feminista de la igualdad de derechos (políticos, económicos, sociales, etc.). El debate interno feminista se centra en cuál debe ser el modelo a seguir, en si se toma como referente el modelo masculino imperante o bien un modelo femenino o aún un modelo que trascienda la alternativa dual del sexo y del género. Estas posiciones teóricas tendrán unas implicaciones políticas. ¿Se trata de que las mujeres accedan a unas estructuras fijas pero ahora compartidas o bien se trata de reformular esas estructuras en función de los dos sexos (o bien de varios sexos)?

A menudo nos encontramos con preguntas del tipo “¿el islam es compatible con la democracia?”, “¿El islam es compatible con los derechos humanos?”.

Estos planteamientos llevan una carga negativa implícita porque se presenta de entrada como una contradicción en la que el elemento negativo, el elemento que debe adaptarse es el islam y el elemento positivo, el elemento a imitar, sería la democracia, los derechos humanos.

Los dos conceptos de la pregunta se esencializan, como si solo pudiéramos interpretar el islam y la democracia, el islam y los derechos humanos de una manera, lo que nos llevaría efectivamente a una paradoja total.

Por lo tanto, es necesario cambiar la manera en la que formulamos las preguntas. Deberíamos preguntarnos por qué no hay democracia en muchos países de mayoría musulmana o por qué no se respetan los derechos humanos. Ahí podemos responder de manera empírica.

Se habla de la distinción islámico/islamista… ¿Qué entiendes por esta diferenciación?

Me parece que son fronteras artificiales, creadas por observadores externos, por analistas que intentan disecar la realidad desde su laboratorio. La realidad es mucho más compleja, la realidad hace estallar las etiquetas, las tendencias y corrientes, sensibilidades y opciones dentro del islam ya que se cruzan, se superponen, se contradicen, se complementan, se diluyen cada vez más. Pienso que solo debería utilizarse el adjetivo ‘islámico’, aquello relativo al islam. El adjetivo ‘islamista’ lleva a confusión y alienta una visión tremendista propagada en gran medida por los medios de comunicación, cuya finalidad consciente o no, es dividir a los musulmanes en dos categorías: la de los buenos y los malos.

Los musulmanes son aquellos que se someten a Allah y siguen unos preceptos islámicos. ¿El hecho de hacer política les convierte en islamistas? El hecho de hacer política les convierte en ciudadanos activos y participativos. Según el sociólogo francés Olivier Roy en El Islam mundializado: Los musulmanes en la era de la globalización (Ed. Bellaterra, 2003), las propias corrientes laicistas de los países de mayoría musulmana impiden que los partidos islamistas[6] participen en el juego político. Podemos estar de acuerdo o no con los programas que defienden algunos sectores más conservadores pero no podemos cambiar las reglas según nos convenga.

Muchos de estos gobiernos potencian y utilizan la competición que existe entre las diferentes tendencias dentro del islam. Se presentan como los árbitros del juego político y los garantes de la paz civil, excluyendo, de esta manera, la liberalización del campo intelectual y al mismo tiempo frenan cualquier apertura de la esfera política.

¿Qué significan para ti las acciones de imamato de mujeres como Amina Wadud, o como la que se llevó a cabo en el último Congreso de Feminismo Islámico en Madrid? ¿Por qué una mujer preside la oración? ¿En qué textos se basa esa relectura? ¿Qué respuesta habéis recibido ante esta lectura desde las diferentes comunidades musulmanas?

Significa ser coherente con una concepción igualitaria del islam. Quien debe presidir la oración es quien mejor conozca el Corán y sea una persona respetada por la comunidad. El hecho de que sea un hombre o una mujer debería ser irrelevante.

No hay ningún texto que prohíba explícitamente que una mujer dirija la oración mixta. Ahora bien, la mayoría de los juristas de las cuatro escuelas de jurisprudencia han establecido que todo lo concerniente a las muamalat está permitido menos lo que está prohibido, y todo lo concerniente a la ibada está prohibido menos lo que está permitido. Esto, evidentemente, es una elaboración posterior al texto coránico.

El principal argumento que se utiliza contra el imamato femenino es la supuesta prohibición de los espacios mixtos debido a la tentación que provocan las mujeres.

Sin embargo, hay constancia de la presencia de éstas en las mezquitas junto a los hombres en diferentes hadices: el hadiz de Asma bint Abu Bakr, transmitido por Ibn Hajjar en Sahih Bujari, le preguntó a un hombre que estaba a su lado sobre el contenido de la jutba porque había mucho ruido y no la había oído bien.

En Sahih Muslim aparecen varios ejemplos: las mujeres debían esperar a que los hombres estuvieran sentados antes de levantar la cabeza (n°665). Umm Waraqa dirigió la salat de su barrio[7] (hadiz recogido por Abu Dawud).

En el Corán aparece un pasaje en el que Zacarías vio con sorpresa a Mariam rezando delante del mihrab. Y en Mekka desde siempre hombres y mujeres han hecho salat juntos en el Haram.

Las reacciones por parte de las comunidades musulmanas ante este hecho son cada vez menos virulentas ya que no se puede aislar de la labor que llevamos a cabo desde hace muchos años por deconstruir estereotipos, por la defensa de los derechos de los musulmanes en general, etc.

Durante el congreso internacional de feminismo islámico celebrado en octubre de 2010 en Madrid, el tema de la salat mixta suscitó cierto debate. Una de las participantes, Houria Bouteldja, afirmó que este acto no responde a las verdaderas prioridades de las musulmanas sino que en realidad se trata de unas prioridades ajenas, que intenta demostrar que el islam es moderno, feminista, para contentar a los no musulmanes, etc.

Ijtihad Lefebvre, secretaria del Collectif des Féministes pour l’Egalité, aclaró que el gesto de Amina Wadud partía de una petición de una comunidad musulmana y que la primera vez que dirigió la salat no fue en Nueva York sino en Sudáfrica. A pesar de la defensa de un discurso decolonial por parte de Bouteldja, Lefebvre puso en evidencia que excluir a las  musulmanas del liderazgo espiritual refuerza el discurso colonial y machista del que en principio se quiere huir.

Qué significa para ti ser musulmana española, conversa. ¿Piensas que tu percepción del islam es diferente de la de otra persona nacida en el islam?

Ser musulmana y española supone deconstruir de facto muchos prejuicios. Supone contradecir el choque de civilizaciones sin necesidad de ningún discurso elaborado, sino gracias a la aplastante evidencia de que una cosa es un espacio geográfico o una identidad nacional y otra, una adscripción voluntaria a una religión.

Mi percepción puede ser diferente de cualquier otra persona, sea o no conversa, ya que los recorridos y experiencias son distintos. Dependerá de la educación que hayamos recibido, de nuestra escala de valores, de la clase social a la que pertenezcamos, de nuestras prioridades… Hay mujeres nacidas en el islam que tienen una percepción parecida a la mía y mujeres conversas con las que no tengo casi nada en común. Pero también me pasa al revés. ¡Hay de todo!

Cuál es la historia de tu islam. Cómo conociste el islam y por qué lo abrazaste. ¿Consideras que es una conversión o, como lo consideraba Mansur Escudero, una “inversión” ?

Al revés de lo que les suele ocurrir a otros “conversos”, no supuso el inicio de nada milagrosamente nuevo, ni una ruptura con mi vida anterior, sino más bien se trataba de un capítulo sin fracturas, una transición perfecta. Las inquietudes eran las mismas, mi empatía y solidaridad por las causas justas no habían cambiado. La única diferencia es que lo que antes no tenía nombre ahora se llamaba «islam», pero es algo que desde siempre había formado parte de mí.

En 1993 participé en un proyecto de Cooperación en Senegal. Fue mi primer contacto con el islam y los musulmanes. Unos años después pronuncié la shahada.

¿Cómo se traduce el feminismo islámico en tu vida cotidiana familiar?

En una solidaridad con todas las mujeres que me rodean, en la exigencia de respeto hacia nosotras por parte de los hombres. Mis hijas ven a una madre trabajadora, ocupada pero presente, exigente y cariñosa, aunque eso lo deberían decir ellas, no yo. Espero poderles transmitir lo importante que es el islam, un islam abierto, justo, dinámico y plural.

¿Cuál piensas que debe ser el papel de los hombres musulmanes en un proyecto feminista musulmán?

Cada persona debe ser libre de participar activamente en este movimiento, si bien es cierto que la participación de los hombres va a ser determinante para no caer en los excesos y errores de cierto feminismo trasnochado que no ha sabido regenerarse y adaptarse a las sociedades actuales, a su diversidad y pluralidad.


[1] Suárez, L. y Hernández, R. (eds) Descolonizando el feminismo. Teorías y prácticas desde los márgenes. Madrid, Cátedra, 2008

[2] Entrevista a Rita Segato y Carina Bidaseca  por Milagros Belgrano publicada el 3 de septiembre de 2010 « Esas pobres mujeres color café » http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-5963-2010-09-04.html?TB_iframe=true&height=500&width=940

[3] Ramadan, T. «The way (al-sharia) of Islam», in The new voices of Islam, Nueva York, I.B. Tauris, 2006. pp 82-83

[4] Asma Barlas, “Tradición y Razón: Hermenéutica coránica y política sexual” http://www.webislam.com/?idt=1678

[5] Informe completo de Human Rights Watch sobre la democracia en 2008 http://www.hrw.org/es/news/2008/01/30/informe-2008-falsa-democracia-menoscaba-los-derechos

[6] Las cursivas son mías.

[7] En este punto hay diferentes interpretaciones sobre la palabra ‘dar’. Las feministas islámicas lo interpretan como ‘barrio’ o ‘zona’, en cambio, las lecturas ortodoxas insisten en que se trata solo de su casa. Aún así el muecín era un extranjero.

«Se han ocultado textos islámicos tradicionales para justificar una estructura patriarcal y machista»

ndeye_andujar(1)Fuente: Noticias de Navarra

Ndeye Andújar, directora de Webislam, primer portal islámico en lengua castellana, es cofundadora y vicepresidenta de la Junta Islámica Catalana. IPES (Instituto de Promoción de Estudios Sociales) la captó el pasado viernes para participar en unas jornadas sobre el Islam y los 30 años de revolución de Irán.

¿Hablar del feminismo islámico desde Europa no es un discurso demasiado fácil? Lo digo porque no sé si hay muchas mujeres occidentales dispuestas a vivir en países islámicos…

Yo he vivido en Senegal y claro que te tienes que adaptar a una serie de cuestiones culturales, pero al igual que me ha ocurrido en Francia. Yo viví un Islam de la calle, de los barrios, no era intelectual ni político. Allí hay muchas cofradías sufis. A mí lo que más me sorprendió era la naturalidad con la que se vivía el Islam, había una gran tolerancia, y en sociedades donde hay problemas económicos la gente se ayuda mucho. De hecho, el deber de acogida es una obligación en el Islam.

Ahora ocurre con los que vienen en pateras…

Sí. Son redes de ayuda importantes.

¿El término feminismo es compatible con cualquier religión?

Es una lectura demasiado moderna para algunos. Pero hay movimientos de feministas católicas en España que reivindican poder dirigir una misa por ejemplo. Hay que romper el estereotipo de que sólo se puede ser feminista si es laica. Hay judías, católicas, musulmanas… El feminismo islámico forma parte del feminismo universal. El sufragio universal lo reivindicaron feministas católicas en EEUU…

Eres musulmana, catalana y no llevas velo…

Soy musulmana pero en la vida diaria no me presento sólo como musulmana. Es una de las razones por las que prefiero no llevar velo porque no me gusta que me reduzcan sólo por mi aspecto religioso, prefiero pasar desapercibida y, además, en ciertos contextos puede ser hasta contraproducente porque puede producir el efecto contrario. En Senegal me ponía el velo en la calle porque era lo habitual y era una manera de manifestar mi respeto por esa cultura.

Aquí la polémica sobre la validación del velo islámico en las escuelas públicas parece haber quedado a potestad de los centros…

Residía en Francia cuando se aprobó la ley y he seguido el debate posterior en el resto de Europa. Aquí [en España] se complica por el peso del catolicismo. Si se decide que ningún signo religioso tenga cabida en el espacio público, entonces las monjas tampoco tendrían acceso… Ahora bien, yo distingo entre un signo religioso fijo y otro móvil, por ejemplo en un edificio público lo lógico es que no se haga proselitismo, que no haya una cruz colgada, etcétera. Pero otra cosa es lo que hagan los ciudadanos, si lleva colgada una cruz o un velo es la libertad religiosa para poder expresarla sin ofender a nadie.

¿Que una mujer tenga que cubrirse no significa en el fondo un pudor, un no enseñarse socialmente, algo que no se exige a los hombres…?

Es una opción personal. Depende de la importancia que se le dé y de lo que signifique llevar un velo; es como llevar una minifalda, es muy simplificador identificar el velo con una separación de sexos. En Francia, por ejemplo, hay movimientos de jóvenes que se lo ponen como quien lleva un cartel anunciando que quiere casarse, y es un código entre jóvenes. Hay mil lecturas del velo; hay quienes se lo han puesto a partir de la ley que prohíbe llevarlo en las escuelas como reacción contestataria… Hay quien cree que es más pudorosa así, lo importante es la no imposición. Hay mujeres que lo llevan contra la opinión de los maridos que no quieren que la sociedad les estigmatice. La solución es libertad.

Reivindica la lucha del feminismo islámico desde los países occidentales -receptores por otro lado de una inmigración creciente- como motor de cambio de lo que denomina la Alianza de las Civilizaciones…

Sí, yo creo que es uno de los puntos clave de la integración y de la normalización del Islam en Europa porque uno de los temas por donde se ataca el Islam es la mujer, además del terrorismo. Todo aquello que gira en torno a la familia y el derecho familiar tiene una repercusión dependiendo de qué lecturas se haga del Islam. Por ejemplo, en temas como el divorcio, en la custodia de los hijos, pensiones alimenticias, que haya colectivos minoritarios que obliguen a las niñas a casarse cuando están de vacaciones con el primo del pueblo, o mutilaciones genitales… Si eso se justifica en nombre de la religión, el feminismo islámico en Europa tiene algo que decir para convencer de que esas prácticas no forman parte del Islam, son tradiciones culturales pero no islámicas, para que no utilicen la religión para esos fines. También está el tema de la nacionalidad porque en España el matrimonio mixto es válido pero hay mujeres que tienen que casarse con un musulmán obligatoriamente.

¿Qué está ocurriendo en España entre las nuevas generaciones?

En España hay mucha inmigración femenina y ahora tienen otras preocupaciones como encontrar trabajo, alojamiento, papeles… Sin embargo, la siguiente generación, gente joven que va a la Universidad y que son españoles musulmanes, se van a plantear toda una serie de cuestiones, y una de las claves del feminismo islámico es que permitirá no oponer religión a identidad nacional.

¿Hay una Europa musulmana que ignoramos?

Se calcula que hay unos 15 millones en Europa de musulmanes entre las nuevas generaciones. Hay gente que se rasga las vestiduras por ejemplo con el tema de la educación religiosa en la escuela pública, con abrir mezquitas o autorizar enterramientos cuando desde 1992 las comunidades musulmanas tienen un acuerdo de cooperación con rango de ley con el Estado y son derechos legales que están firmados. Si no se cambian las mentalidades es papel mojado.

Se asocia inmigración con religión, y a musulmana con relación misógina.

El problema que tenemos en España es que se vincula Islam con inmigración y no se puede simplificar. Dentro de la inmigración hay ateos, judíos, etcétera. Incluso a veces resulta paradójico que chicas francesas que se van de viaje al pueblo de los padres o abuelos (Túnez, etcétera) y se encuentran con que las chicas de allí, le preguntan la razón por la que llevan el velo y las critican a ellas por no llevarlo, es decir, están haciendo una lectura del Islam más cerrada en Francia que en algunos países de mayoría musulmana donde, por otro lado, hay una gran diversidad. Como hay gente que lucha por la igualdad de género en estos países de mayoría musulmana…

¿Es una forma de rechazo al modelo occidental de mujer moderna?

Hay que preguntarse porqué las nuevas generaciones de países europeos están haciendo una lectura hacia atrás en esa evolución y se esconden detrás de la religión para buscar una identidad que no se les acepta. Todos tenemos una responsabilidad muy grande, el ámbito político, social…

¿Con el terrorismo ha ocurrido algo similar?

Es un tema más complicado. Muchos de estos jóvenes que luego se han vuelto radicales en países occidentales ni siquiera eran practicantes del Islam, no eran religiosos. Otra cosa diferente es que no encontraran su lugar en la sociedad.

¿Qué opinan sobre el divorcio, la homosexualidad y el aborto?

Si no se exige la igualdad en todos los sectores y ámbitos religioso, político y social no estaremos hablando de feminismo. No hay que confundir feminismo islámico con feminismo islamista que es un feminismo del Islam político con el que no me identifico y donde las mujeres no son iguales a los hombres sino que hay una relación de complementariedad, es decir el marido se va a trabajar y la mujer se queda en casa a educar a los hijos. Estas mujeres reproducen el discurso mayoritario, machista…

Le preguntaba por el aborto…

En la historia del Islam el aborto siempre ha existido e incluso en siglo VII se hablaba del coitus interruptus. Lo que es nuevo es su prohibición, otro debate son los plazos que tiene que haber o dónde están los límites para decidir si ese feto tiene alma… Hay sectores ultra conservadores que han heredado del puritanismo cristiano ciertas creencias que no tienen que ver con la tradición islámica. Y el divorcio es un derecho de las mujeres, incluso en el Corán aparece que las mujeres se pueden divorciar. La jurisprudencia no se basa sólo en el Corán sino sobre todo en los hadices del profeta. Dentro de la propia tradición islámica se ha hecho una selección para confortar la lectura machista mayoritaria, pero desde el siglo VII hubo unos avances que ahora se están perdiendo. Y es una lectura actual.

¿Hay mujeres que blindan sus costumbres, también las que le perjudican, creyendo que así conservan mejor sus esencias culturales?

Yo creo que lo mejor es que tengan libertad siempre que se cumpla la ley, pero que tampoco se diga que eso es Islam. Lo mejor es la educación. Algunos musulmanes que llegan aquí ni siquiera han leído el Corán. Fui una vez a dar una charla a un colegio en el Raval de Barcelona, donde hay muchos paquistaníes, para hablar de feminismo islámico a niños de ocho años. El problema era que las niñas no hacían gimnasia y decían que no se podían ir de excursión porque el Corán lo prohibía. En realidad, no tenían ni idea del Islam y recitaban oraciones sin conocer su significado. Decían las niñas que las mujeres no podían ir a las mezquitas: era primera noticia les dije, porque en los países de mayoría musulmana las mujeres acuden a las mezquitas… Las niñas no iban los viernes sino los domingos porque decían que estaba prohibido. Al no haber espacio suficiente, en su origen sólo era obligatorio acudir a la mezquita los viernes para los hombres, pero esa realidad en Cataluña se ha convertido al cabo de los años en otra idea: el Islam dice que las mujeres tienen prohibido el acceso a la mezquita cuando hay hombres… Además, se sabe que desde el siglo VII las mujeres iban codo con codo con hombres… Toda esa tradición islámica se ha borrado. Es la no educación.

¿Hay países más respetuosos con esa tradición?

En países de mayoría musulmana las mujeres van a las mezquitas. La primera vez que fui a una mezquita fue en Senegal, y en Cataluña nunca he podido entrar en ninguna. En ningún país de mayoría musulmana se obliga a ninguna mujer a llevar el velo, excepto en dos.

¿Pero hay Estados islamistas que imponen normas excluyentes?

Hay lecturas radicales del Islam para justificar el poder, son todas las dictaduras que se sustentan porque hay todo un cuerpo de ulemas y de sabios que dicen que eso es así…

¿Qué implantación tiene en España el feminismo islámico?

Son ámbitos más de reflexión. Estamos en contacto con el feminismo laico para ver qué estrategias se pueden poner en común. Y anticipar problemas viendo los modelos de convivencia que ha habido en Europa y que han tenido sus fallos… Todos los sectores son importantes, empezando por el académico universitario, que hasta ahora ha tenido una lectura muy similar a la fundamentalista con todos los estereotipos del Islam violento, misógino…Luego está la responsabilidad de los medios para utilizar una terminología correcta. Y de las propias comunidades musulmanas tienen que hacer un debate interno y llegar a unos mínimos aceptables dentro del marco legal europeo.

¿Dinamitar desde dentro sin copiar el modelo cultural occidental?

Somos los enemigos número uno del fundamentalismo islámico porque es fácil en países de mayoría musulmana desacreditar el feminismo laico occidental porque se acusa de colonialismo, invasión, imperialismo, ¿qué ocurre si la voz viene desde dentro y hablamos de los versículos del Corán…? Ha habido una selección de los propios textos islámicos para corrobar esa estructura patriarcal, y se han ocultado otros…

¿Confía en que la mujer acceda a las estructuras de poder para el cambio?

Pero puedes acceder al poder y mantener las mismas estructuras. En Egipto las mujeres pueden emitir fatuas. Yo leí en una ocasión un pronunciamiento legal (emitido por una mujer) ante una consulta de una mujer sobre su marido que le prohibía que siguiera estudiando después de casarse y preguntaba qué tenía que hacer porque quería divorciarse. Pues bien, la autoridad religiosa respondió que lo que tenía que hacer esa mujer era inmediatamente tener hijos y, como estaría tan ocupada, esas tonterías se le quitarían de la cabeza. Eso no es feminismo islámico, es reproducir las mismas estructuras mentales. Y eso lo están haciendo los movimientos islamistas que utilizan el Islam con un enfoque político. Para empezar no hay autoridad, como creyente coges el Corán y lo lees. Hay que democratizar la lectura del Corán que no sean un grupo de clérigos, los ulemas los que decidan la vida de los demás.

¿Falta una vía intermedia entre el enfoque ultraconservador radical y el modelo colonial neoliberal…?

Piensan: salvemos nuestra identidad y cultura frente al invasor y la mujer tiene el papel de la madre que es una tradición que nos quieren cambiar los occidentales. La mujer no tiene ninguna salida: o se va con el «enemigo» o se queda con «los amigos» pero haciendo algo que les está pudriendo la vida: no pueden estudiar, trabajar… Y tienen ese conflicto interno. El feminismo islámico lo que dice es que puedes seguir siendo creyente pero no significa aceptar determinadas normas.

¿Es optimista con el futuro?

El hecho de que haya tanta lectura ultra conservadora es un síntoma de que justamente el feminismo islámico es imparable, si no hubiera reacción, no sería efectivo. En Irán, hay un 60% de mujeres universitarias y tienen una capacidad de reflexión que por desgracia no tiene una mujer analfabeta y cargada de hijos. Mujeres que entran en el mundo laboral y con independencia económica. Además, el feminismo islámico va más allá que una cuestión de género. Es una reivindicación de una sociedad democrática, de justicia social…

La protagonista

Carné de identidad
Edad. 36 años.
Lugar de nacimiento. Cataluña.
Carrera profesional. Licenciada en Lingüística General por la Universidad de Barcelona y cofundadora y vicepresidenta de la Junta Islámica Catalana. Es profesora de español en París. Codirectora de los Congresos Internacionales de Feminismo Islámico celebrados en Barcelona. Directora de Webislam, primer portal islámico en lengua castellana. Es también jefa de estudios del Curso a Distancia de Experto en Cultura y Religión Islámicas, que imparte la Universidad Camilo José Cela, en cooperación con Junta Islámica de España.Trabaja activamente en asociaciones musulmanas para la igualdad de género y la enseñanza del Islam en la escuela pública. Traductora y conferenciante.

Las frases

«En el Corán aparece que las mujeres se pueden divorciar y el aborto existió»

«En Cataluña nunca he podido entrar en ninguna mezquita, y en países musulmanes sí»

«El velo es una opción personal, como llevar minifalda… lo mejor es que haya libertad»

«Las mujeres iban a las mezquitas codo con codo con los hombres desde el siglo VII»

El mito del califato y el uso político de las mujeres

Natalia Andújar, Penda Mbow, Fatou Sow, Fatma Aly Khafagy, Amina Wadud, Asma Barlas, Yasmina Akhandaf, Abdullah Abenyusuf y Margot Badran durante el III Congreso Internacional de Feminismo Islámico.
Natalia Andújar, Penda Mbow, Fatou Sow, Fatma Aly Khafagy, Amina Wadud, Asma Barlas, Yasmina Akhandaf, Abdullah Abenyusuf y Margot Badran durante el III Congreso Internacional de Feminismo Islámico.

He leído con detenimiento el artículo de la Dra. Nazreen Nawaz publicado en Webislam en el que critica el feminismo islámico y reclama la instauración del califato como única vía “salvítica” para los musulmanes. Con asombro mayúsculo he comprobado que la autora hace gala de un gran desconocimiento e irresponsabilidad: Uno no puede presentarse como portavoz de un movimiento y desconocer por completo el tema del que está hablando. Pero como no se trata de utilizar una argumentación ad hominem, me voy a centrar en las afirmaciones que ha hecho para mostrar que están plagadas de errores e inexactitudes.

“El feminismo islámico culpa al islam de las injusticias que sufren las mujeres musulmanas”

Es sorprendente que Nazreen Nawaz haga una afirmación de este tipo. A mi entender, solo se puede explicar por dos razones: o bien desconoce la complejidad y los matices que hay entre los diferentes feminismos en los países de mayoría musulmana (que no islámicos), o bien conoce esa diversidad (que llega incluso a ser antagónica) pero nos da una visión errónea y monolítica, de manera consciente.

Haciendo un esfuerzo de síntesis, podríamos decir que existen tres tipos de feminismos:

Un feminismo secular, que en general ha sido utilizado por las élites como instrumento de la colonización y la neocolonización e identifica el islam con una religión misógina. Desde esta perspectiva, la fe y los derechos de las mujeres son incompatibles.

Por otro lado, un segundo tipo de feminismo, el llamado “feminismo arabo-musulmán”, que reivindica la riqueza de la herencia musulmana pero coincide con el feminismo secular en que el islam es misógino por esencia.

Y por último, el feminismo islámico, que reconoce y denuncia las injusticias que sufren las mujeres musulmanas, pero niega categóricamente que esto se deba al islam. Más bien es al revés, lo que legitima su lucha por la igualdad de derechos son las propias fuentes del islam y por ello el Qur’an se sitúa en el centro de la reflexión feminista islámica.

“El feminismo islámico contribuye a reforzar los valores promovidos por la ideología capitalista”

De nuevo se hace patente el desconocimiento flagrante de la señora Nawaz sobre la trayectoria histórica y los postulados del feminismo islámico. En las conclusiones del tercer congreso se sitúa claramente al feminismo islámico en consonancia con el movimiento altermundista, lo que implica la resistencia a un modelo capitalista agresivo que amenaza a poblaciones enteras con el hambre y el desarraigo de sus tradiciones. Pero esta denuncia sería parcial si no integrara a su vez un aspecto fundamental: la alianza entre el neoliberalismo y el fundamentalismo religioso. Esta doble opresión contra las mujeres constituye, en realidad, dos caras de una misma moneda.

“La libertad de expresión, de propiedad, personal y sexual desembocan en sociedades enfermizas”

La asociación que establece la Dra Nawaz entre la libertad individual y la falta de moralidad me parece infantil, caricaturesca. El respeto a la moralidad (¿de qué tipo de moralidad estamos hablando? ¿De la que rechaza las injusticias, protege los derechos de todos los seres humanos y respeta la naturaleza? ¿O bien se trata de una concepción mojigata del bien y el mal?), es posible gracias a la educación y a una comprensión inclusiva del mundo que nos rodea. Es cierto que las sociedades “occidentales” tienen que solucionar una serie de problemas: el culto exacerbado al cuerpo, el consumismo, la soledad, el racismo y la islamofobia, etc. pero no creo que lo consigan mediante la instauración de un Estado represivo, un Estado que controle la opinión de sus ciudadanos y su sexualidad, en definitiva, un Estado completamente opuesto a los principios islámicos.

“La igualdad de género conlleva sus propias contradicciones y dilemas”

Se preguntaba la autora cómo es posible que las mujeres nieguen la importancia del género en la vida pública y a la vez pidan derechos por maternidad, basados en la diferencia de sexo.

El concepto de género es una construcción social y el sexo es una cuestión biológica. Incluso hoy en día la teoría queer va más allá y defiende que el sexo también es una construcción social.

Las feministas que reivindican la igualdad de género no niegan esa diferencia sexual pero sí que los roles sociales estén preestablecidos de manera “natural” según el sexo. Es evidente que quien da a luz es la madre pero eso no significa que tenga que dejar de trabajar si no lo desea. De hecho, en Francia por ejemplo, cada vez hay más hombres que prefieren dejar de trabajar para educar a sus hijos en caso de que su mujer tenga un sueldo superior al suyo, porque el Estado les da una ayuda económica. La familia no se rompe sino que se organiza de otra manera.

Según cuentan los hadices, el profeta (sas) ayudaba en las tareas domésticas y Jadiya (ra), su primera esposa, no solo trabajaba sino que además era su jefa. Las propias fuentes islámicas nos muestran que no hay tareas “para mujeres” y tareas “para hombres” sino que todos participaban activamente en el seno de la familia y en la sociedad. Es un error querer canonizar un esquema de la familia decimonónica, que nada tiene que ver con el ejemplo del Profeta (sas).

“El feminismo es un concepto occidental”

Según Margot Badran, una de las teóricas más destacadas del feminismo islámico «decir que el feminismo es una idea occidental que no puede tener relación con el islam pone de manifiesto una gran ignorancia o sirve para denigrar el islam y los musulmanes”. El término «feminismo» apareció a principios del siglo XX en los países de mayoría musulmana, sobre todo en Egipto. En épocas recientes, las mujeres musulmanas han sido jefes de Estado, elegidas democráticamente en cinco ocasiones (en Bangladesh dos veces y en Turquía, Indonesia y Pakistán), aunque también es cierto que en algunos países rechazan que una mujer dirija un Estado en base a un hadiz dudoso que dice que “una nación que deja sus asuntos en las manos de una mujer nunca prosperará”, contradiciendo así la enseñanza que nos transmite el Qur’an mediante el ejemplo de Bilqis, la reina de Saba.

Nazreen Nawaz afirma que el islam otorgó el derecho al voto, a la educación y que hay miles de mujeres eruditas. El feminismo islámico no lo pone en duda, al revés, recuerda que en su propia tradición hay elementos liberadores, pero no es menos cierto que aunque haya habido poetisas, muhadizat, muftiyat, sheijat, alimat; el monopolio interpretativo siempre ha estado en manos de los hombres y la jurisprudencia se ha basado en una visión patriarcal de las sociedades, incluso en contra de la opinión de muhadizat de primer orden como Aisha (ra) y Umm Salama (ra). ¿No será por eso por lo que los países de mayoría musulmana tienen los índices de analfabetismo femenino más altos del mundo ?

Pero el feminismo islámico trasciende los debates entre lo secular y lo religioso, oriente y occidente, las mujeres y los hombres, y se constituye en un instrumento privilegiado de diálogo en la era global.

“El restablecimiento del califato asegurará los derechos de las mujeres”

Por último, nos situamos ante el mito del califato como garante de los derechos de las mujeres (¿qué derechos?). Esta llamada a una vuelta al califato presenta muchos puntos oscuros: no se sabe muy bien cuál sería el modelo social, económico y político de ese califato. Sobre todo porque el Qur’an no es un libro de leyes ni un programa político de ningún partido. Lo único que establece el Qur’án es el principio de shura (consulta), que es lo más próximo a la democracia, y prohíbe la riba (usura).

Los movimientos a favor del califato presentan una visión idílica de la época de al-Julafa ar-Rashidun (los Califas rectamente guiados), omitiendo expresamente los problemas a los que se enfrentaron: los cuatro califas fueron asesinados y la oposición entre los diferentes bandos de musulmanes durante el califato de Ali (ra) desembocó en una guerra civil, al Fitna al Kubra (la Gran Prueba). Es decir, que en todas las épocas ha habido tensiones e intereses políticos que han impedido que se desarrollase el proyecto liberador que supuso la llegada del islam para las mujeres.

En cambio, el feminismo islámico es un movimiento fundamentalista, que vuelve a los fundamentos del islam para intentar recuperar ese proyecto emancipador que se quedó paralizado, pero no para fijar una lectura inamovible, anacrónica e idílica del pasado, como la que exigen los defensores del califato, sino como una reivindicación espiritual radical que emana del propio Qur’an: hombres y mujeres como jalîfatu Al-lâh (califas de Al-lâh, viceregentes de Al-lâh) en la Tierra.

Los matrimonios de niñas y el circo mediático: una alianza nefasta

Ndeye Andújar.
Ndeye Andújar.

Cada vez que hay una polémica en torno a la vulneración de los derechos humanos por parte de algunos musulmanes, asisto impotente al linchamiento mediático del islam y del conjunto de las sociedades de mayoría musulmana. Esta vez se trata de la fatwa que emitió el sheij marroquí Mohamed Ben Aberrahman al Maghraoui a principios de septiembre en la que «legalizaba» el matrimonio de niñas, a partir de los nueve años, con hombres adultos porque «dan con frecuencia un mejor resultado que una joven de 20 años». ¡Menuda aberración!

La primera reacción es de indignación y estupor, pero acto seguido, y ya desde una postura más fría, me hago un sinfin de preguntas: ¿Cómo podemos proteger los derechos de las mujeres y de los niños sin contribuir al mismo tiempo a difundir las campañas de islamofobia y de intoxicación periodística? ¿Qué es lo que está en juego en este debate? ¿Por qué esta polémica aparece precisamente ahora? ¿Qué dicen las fuentes islámicas al respecto?

El ambiente ya estaba bastante caldeado: tan solo un mes antes de que apareciera esta fatwa, la prensa difundió la noticia de que la editorial Random House había retirado la novela The jewel of Medina, por presiones del entorno académico y no de los propios musulmanes. La autora afirmaba que Aisha (ra), fue entregada al profeta Muhammad (saws) cuando tenía 6 años y que el matrimonio se consumó cuando ella tenía 9 y él 54. Ante este retrato inquietante del profeta (saws), ¡algunos académicos americanos aconsejaron que no se publicara la novela para no provocar las iras de los musulmanes!

Los medios de comunicación se centraron en un aspecto del debate: el derecho a la libertad de expresión, pero daban por sentado que la edad de Aisha era unívoca en las propias fuentes islámicas, obviando así la disparidad, complejidad y contradicción de opiniones en nuestra tradición y proporcionando al lector una imagen cerrada que coincide a su vez con la opinión de nuestro sheij en cuestión. ¿Cómo va a ser mentira si encima ahora lo dice un sheij?

Y ahí es donde los musulmanes debemos exigir que se lleve a cabo un estudio pormenorizado de nuestras fuentes y una limpieza profunda que sirva para desechar aquellas tradiciones que vulneran los principios coránicos y los derechos humanos en general. Si desde Marruecos hasta Yemen, pasando por España la noticia ha causado estupor entre los musulmanes es un síntoma de que las tradiciones y costumbres contrarias al islam se están apartando poco a poco y que las mentalidades están evolucionando.

Hace siglos, la gente se casaba para establecer vínculos sociales o políticos, para asegurarse la supervivencia económica y eso sigue existiendo en algunos países en los que hay grandes bolsas de pobreza. A esto se añade el mal uso que hace del islam una minoría de musulmanes para justificar este tipo de abusos. ¿Por qué reivindican la supuesta “sunna” (conducta ejemplar) del profeta (saws) en el caso de Aisha (ra) y no en el de Jadiya (ra), su primera esposa, que era 15 años mayor que él? Es obvio que porque les conviene. Es más fácil moldear a su antojo la personalidad de una niña que la de una mujer formada y con pleno conocimiento de los derechos que le otorga el islam. Por no hablar de la complicidad entre las dos familias y los intereses económicos que hay de por medio.

Más allá de los debates teológicos e históricos, el error es presentar en Occidente a este sheij wahabita y a otros de esa calaña como representantes de la mayoría de los musulmanes. Los petrodólares no pueden comprarlo todo, o eso espero.

8 de marzo, día internacional de las mujeres

Forges. Día Internacional de la mujer
Forges. Día Internacional de la mujer

Desde 1909 se celebra el día internacional de las mujeres para conmemorar los esfuerzos que se realizan en pos de la igualdad de género. Se trata de un día de reflexión en el que se hace un balance sobre las reivindicaciones de las mujeres y de los hombres comprometidos en la mejora de sus sociedades.

Los avances son importantes: en muchos países árabes se está generalizando el acceso de la mujer al voto, Turquía ha puesto en marcha un proyecto de revisión de hadices que atentan contra los derechos de las mujeres, España aprobó el año pasado la Ley de igualdad entre mujeres y hombres, y en 2004 la Ley de medidas de protección integral contra la violencia de género. Además, en muchos países, incluyendo a Marruecos, Uganda, Canadá, o España, entre otros, han aprobado legislaciones para penalizar la mutilación genital femenina. Estos datos son esperanzadores pero ya sabemos que la sociedad no cambia a golpe de leyes. Debe haber voluntad política para que se apliquen. Es necesario, pues, que estas medidas tengan una traducción real en la mejora de nuestras sociedades.

Voluntad política significa dedicar fondos para ayudas sociales, educación, formación (tanto para las mujeres como para los diferentes actores sociales), pero también significa revisar planteamientos que suponen una discrimación evidente: me refiero a la política actual de reagrupación familiar que impide que las mujeres trabajen o la ley contra el maltrato, que no protege a las mujeres ilegales.

Creyentes y feministas

No obstante, en esta lucha por la igualdad de género, hay desacuerdos profundos sobre las prioridades y los análisis respecto al origen de las discriminaciones. Como musulmana y feminista no me identifico con la lucha de ciertas feministas laicas antireligiosas ya que, aunque no se les puede reprochar que su constatación sobre el estatus discriminatorio de las mujeres musulmanas sea objetiva, no es menos cierto que en sus análisis parten de una premisa errónea. Confunden el Corán, un mensaje espiritual para todos los hombres y mujeres, con las leyes humanas que se codificaron hace siglos.

Así, ciertas tesis feministas trasnochadas se han convertido en metáforas del racismo ya que alimentan representaciones y prácticas racistas, de forma eufemística, y por lo tanto, “respetable». Las mujeres musulmanas deben poder llevar una vida personal y familiar libre e independiente y para ello no tienen por qué renegar de su religión.

Pero esta crítica sería parcial si no se tuviera en cuenta que muchos hombres y mujeres musulmanes en Europa también rechazan que el Islam y el feminismo sean compatibles. Ese rechazo funciona a modo de espejo: refleja la imagen negativa en la que la sociedad mayoritaria encierra a los musulmanes. En lugar de buscar valores comunes, se reafirmarán en lo que les separa para proteger la supuesta “tradición”. De esta manera, las mujeres musulmanas son utilizadas como “cabeza de turco” por unos, y por otros, como “último bastión”.

Hemos de superar esas visiones estereotipadas y luchar para que todos los ciudadanos europeos gocen de los mismos derechos, con independencia de su sexo o religión. La islamofobia constituye una violación de los derechos humanos y una amenaza para la cohesión social y, concretamente, la discriminación contra las mujeres musulmanas, ya sea en su casa, en su lugar de trabajo o en cualquier otro espacio, debe combatirse.

La mujer como arma política

Mujer trabajando.
Mujer trabajando.

Cualquiera que tenga un mínimo de sentido común se habrá dado cuenta de la manipulación del PP al querer regular el uso del pañuelo en medio de una campaña electoral. A pesar del uso político del tema, los ciudadanos de a pie no debemos plegarnos a las agendas de ningún partido (sea cual sea y por mucho que estemos en plena campaña). Por eso, me parece importante denunciar el alcance perverso de esta propuesta y sobre todo poner sobre la mesa lo que está en juego.

No nos engañemos, no se trata de defender los derechos de las mujeres sino de ganar votos a costa nuestra. La estrategia es evidente: si los musulmanes reaccionan en contra de la propuesta, parecerá que defienden a otros partidos, y por ahora, en España ningún partido quiere ser “defendido” por los musulmanes. Lo que irónicamente beneficiaría al propio PP.

El argumento utilizado no puede ser más simplista: puesto que el pañuelo es un símbolo de discriminación, éste debe prohibirse en las escuelas. El uso del sofisma parece haberse convertido en práctica habitual entre los políticos: La ley prohíbe la discriminación. El pañuelo discrimina a las mujeres. Entonces la ley debe prohibir el pañuelo.

El pañuelo tiene tantos significados como quieran darle las mujeres que lo llevan. El problema es cuando se quiere imponer una visión ajena, ignorante y esencialista del mismo. Una mujer con un nivel de estudios superiores, que trabaja, que se gana bien la vida y que lleva un pañuelo ¿está discriminada? Y una mujer a la que han despedido por estar embarazada, sin pañuelo, ¿lo está? Claro que la realidad no es tan binaria. También hay mujeres que no encuentran trabajo porque no quieren quitarse el pañuelo. Y en este caso sufren una discriminación religiosa y no sexual. A estas últimas la ley las protege rara vez.

Dejemos de una vez por todas que las mujeres sean libres para decidir cómo se quieren vestir. Legislar sobre su vestimenta no es más que una forma de machismo. ¿O también vamos a legislar sobre las minifaldas y los escotes?

La discriminación está presente en todos los ámbitos (político, económico, educativo) y afecta a todas las mujeres. La solución fácil es hacer creer que el pañuelo es el responsable de todos los males. De esta manera miramos para otro lado y obviamos los problemas acuciantes de nuestra sociedad.

Pero volvamos a la cuestión que nos interesa. El debate no tiene que ver con el pañuelo, ni con los derechos de las mujeres ni siquiera con el concepto de laicismo. De lo que se trata es de distraer nuestra atención y utilizarnos para que tomemos partido en una lucha política que no va a mejorar en absoluto la situación de las mujeres. Porque si tanto empeño tienen en velar por nuestros derechos ¿por qué nunca se pide nuestra opinión? ¿Con cuántas mujeres musulmanas se ha reunido el PP para elaborar su propuesta? Con nadie. No ha habido ninguna comisión ni de expertos, ni de mujeres ni de actores sociales. Para qué, si eso no da votos.

Pañuelo sí, pañuelo no, esa no es la cuestión

Mujeres estudiando.
Mujeres estudiando.

Todas las feministas defendemos un mismo principio inalienable: la igualdad entre hombres y mujeres. No puede haber excepciones ni excusas aunque éstas se apoyen a menudo en razones religiosas y/o sociopolíticas. Pero eso no significa que haya una única manera de luchar contra el machismo.

Defender la liberación de las mujeres mediante la imposición ideológica de algunas feministas laicas sobre las mujeres de otras culturas y de otras creencias es una contradicción en sí. De hecho, se cae en otra forma de machismo, esta vez la mujer blanca, burguesa y occidental se sitúa en un plano superior y se otorga un papel de “salvadora” frente a la “pobre víctima” sumisa y cubierta con el pañuelo. Este esquema no hace más que reproducir los estereotipos.

Por desgracia, ciertos sectores feministas de nuestro país utilizan esos discursos paternalistas en beneficio propio, para dinamizar un movimiento que ha perdido fuerza y no sabe cómo regenerarse en un contexto diverso y plural.

Christine Delphy, militante histórica por los derechos de las mujeres afirma que “el feminismo debe ser mundial o sino no es feminismo. Debe tener en cuenta las luchas de todas las mujeres del mundo, y de todos los grupos de mujeres. Las que llevan el pañuelo sólo pueden luchar a partir de su propia vida y de su propia experiencia. Un feminismo que excluye la vida y la experiencia de ciertas mujeres no puede ser válido”.

El debate se sitúa, pues, en ese punto. ¿Las mujeres deben renegar de sus creencias religiosas para emanciparse? Si afirmamos que el pañuelo no tiene cabida en el espacio público porque es un símbolo discriminatorio, estamos otorgándole un significado monolítico y esencialista. Al contrario, éste cambia en contextos diferentes por lo que identificarlo con los usos que se dan en otros países significa considerar a las niñas y jóvenes nacidas en España (y por lo tanto españolas) como eternas extranjeras. ¿Qué tendrá que ver el pañuelo de una chica que estudia o de otra que trabaja con el pañuelo de una mujer discriminada?

En su artículo “La democracia, el velo y la tolerancia” (EL PAÍS, 22-10-07) Amelia Valcárcel afirmaba que “como el Estado no apoya a ninguna religión, sino que las protege a todas, en sus espacios, los públicos, incluidos los educativos, no debe haber signos religiosos”. ¿Proteger significa entonces anular? ¿Por qué la expresión de cierta religiosidad es ofensiva? ¿Si una alumna lleva una cruz, un pañuelo o una camiseta del Che está haciendo proselitismo?

Una cosa son los signos religiosos fijos, como un crucifijo en la pared porque la institución pública debe ser “neutral”, y otra que se prohíban los signos religiosos móviles. A menos que queramos cambiar la Constitución, debemos respetar las convicciones religiosas de los ciudadanos.

En realidad el debate del pañuelo es un falso debate porque se utiliza para ocultar los verdaderos problemas que afectan a nuestra sociedad: desigualdad de trato por causas religiosas, discriminación laboral, islamofobia, racismo. Se acusa a ciertos colectivos musulmanes de ser diferentes, de ofender al querer afirmar su identidad cuando de hecho esa diferencia les viene impuesta desde fuera.

La medida represiva que propone Valcárcel tendría unas consecuencias muy negativas para la sociedad española: aumentaría la desconfianza y el miedo hacia el “otro”. Reprimir significa acentuar el resentimiento legítimo que pueden sentir algunos jóvenes hacia una sociedad mayoritaria que no les acepta con sus diferencias Y es que lo que se les está diciendo es que tienen deberes pero no tienen derechos.

El multiculturalismo no es simplemente la simpatía por el folklore o la gastronomía, esa es una comprensión orientalista del término. El concepto va más allá de lo anecdótico. El multiculturalismo no significa tolerancia, sino respeto por las culturas y creencias. Ninguna cultura se presenta como superior a otra, ni siquiera la cultura “no religiosa” debe ser entendida como poseedora de la única verdad, porque sino caeríamos en un fundamentalismo laico.

Es ingenuo pensar que la eliminación de cualquier signo religioso puede asegurar una neutralidad total o que contribuye a emancipar a las chicas. De hecho, la neutralidad absoluta no existe y se confunde con la uniformidad. Podemos uniformizar nuestra apariencia pero por suerte no podemos uniformizar las conciencias.

Diario de una conversa (2)

Diario.
Diario.

París, 21 de Ramadán

Ayer volví a ver las fotos de mis viajes. Hacía mucho tiempo que no las miraba. Los álbumes estaban cubiertos de polvo, algunos estaban incompletos, otros amarillentos. Me pregunté si me acordaría de cómo era en aquella época. La verdad es que no estaba segura.

Diría que fui una adolescente sin problemas, estudiosa y solidaria, aunque con mucho carácter e incluso mal genio. Mis ansias juveniles por cambiar el mundo me llevaron a Senegal. Ya queda lejos ese 1993 que cambiaría mi vida. Me fui a construir letrinas a un poblado en el que había una epidemia de cólera.

Después de ese viaje iniciático, se sucederían muchos más. Idas y vueltas entre dos mundos, dos realidades. Pronto me convertí en una senegalesa de adopción. Me llamaban Ndeye, la madre, una marca de respeto ya que para los musulmanes el paraíso está a los pies de la madre.

En 1999 decidí irme a vivir a ese país que me había transformado, que me había permitido conocer la universalidad del ser humano. Estuve un año en la Universidad Cheikh Anta Diop, aprendiendo de mis alumnos, compartiendo sus esperanzas y sus frustaciones, hasta que llegaron las huelgas generales durante las elecciones presidenciales.

Allí aprendí el Islam de la experiencia, el Islam telúrico, colectivo, alejado de los estereotipos transmitidos por los medios de comunicación. Me impresionó la fuerza de la tradición oral, heredada de los griots. Me pasaba las tardes escuchando leyendas e historias familiares. Tenía la sensación de volver al mundo mágico de la infancia.

Me contaron la leyenda del baobab, uno de los árboles más bellos del continente, admirado por todos por su follaje y flores. Su vanidad creció tanto que los dioses lo castigaron, enterrando sus ramas y dejando a la vista sus raíces. En efecto, parece un árbol invertido que, con sus ramas extendidas en orden anárquico, pretende implorar el perdón de los dioses.

Conocí los cantos nocturnos de las turuq y descubrí el sonido familiar del muezzin, los sacrificios de los corderos en el Aid, el respeto por los mayores, los pobres y los necesitados y ¡como no!, la teranga senegalesa, la hospitalidad.

Mi retiro senegalés me permitió estudiar el Qur’an a diario. Las primeras lecturas fueron muy difíciles, duras, incluso diría que insoportables. Pero al igual que la arcilla, todavía era impermeable a la lluvia divina de la Revelación, hasta que poco a poco me pude diluir en ella.

Sin embargo, no me conformé con vivir en una burbuja espiritual, que a la larga deshumaniza, sino que también oí las voces de muchas mujeres, musulmanas y feministas, no conformes con el estatuto que les había asignado la tradición. En mis tertulias diarias con otras mujeres surgía una y otra vez la misma reivindicación: ¡querían trabajar para ser independientes económicamente!

Descubrí la literatura feminista africana a través de Une si longue lettre, de Mariama Ba o Parole aux Négresses, de Awa Thiam o aún La grève des bâttu, de Aminata Sow Fall. Esta literatura, considerada hasta ahora como marginal, es una literatura emergente que habla de las minorías: mujer y negra y defiende un «feminismo africano».

Gracias a mi estatuto de “tubab” (blanca) me salté muchas normas impuestas a las mujeres, pero no me interesaba que me trataran de manera especial. No acababa de entender el reparto injusto del espacio público/privado o la hipocresía de una poligamia al servicio del ego masculino. A pesar de las apariencias, yo no venía de una cultura tan diferente.

Recuerdo que en una ocasión, una de mis maestras en el Islam me dijo de manera un tanto cínica pero muy cierta que si me hubiera enterado de cómo se comportaban los musulmanes antes de pronunciar la shahada, seguramente nunca me hubiera hecho musulmana.

La lista de injusticias que sufrimos las mujeres es larga y mi visión del Islam siempre ha sido crítica, abierta y a la vez regeneradora. Pero es muy difícil hacer una autocrítica sin caer en un ajuste de cuentas o en el simplismo más desalentador. No se trata de hacerles el trabajo sucio a los islamófobos.

De lo que estoy hablando es de la apropiación de la visión del Islam por parte de los fanáticos e intransigentes de toda índole, del abismo entre lo que el Islam predica y la actitud de muchos musulmanes. Muhammad dijo que “el din (la religión) es la manera de comportarse de los musulmanes”. El Islam no tiene dogmas y no puede reducirse a un legalismo anquilosado.

No podemos hablar de piedad y maltratar a las mujeres, no podemos hablar de que el Islam significa paz y recurrir a la violencia, no podemos decir que en el Islam todos somos iguales y en cambio ser misóginos. No podemos porque es una contradicción total. Así que una se pregunta, ¿por qué después de ver tantas injusticias apabullantes una sigue siendo musulmana?

Debo reconocer que cuando nacieron mis hijas, atravesé una época de crisis, las dudas me asaltaron, había demasiadas cosas que no me cuadraban. Hasta que por fin encontré lo que había intuido desde hacía muchos años: que una podía trabajar, decidir cómo debía vestirse, tener espíritu crítico, acceder a la interpretación de los Textos Sagrados y seguir siendo musulmana. En definitiva, que existía un feminismo islámico.

Por aquel entonces, ya me encontraba aquí, en Francia. El impacto de este descubrimiento fue muy grande y me permitió conciliar mi fe con mi trayectoria personal. Descubrí el inmenso legado de nuestras antepasadas defensoras de los derechos de las mujeres: Jadiya, Aisha, Umm Salama, Sakina. Y leí con avidez los trabajos de intelectuales musulmanas que luchan actualmente por la igualdad de género dentro del Islam: Amina Wadud, Asma Barlas, Riffat Hassan, Ziba Mir Husseini, Kecia Ali, Asma Lamrabet y tantas otras…