«Ser proderechos no obliga a nadie a llevar hiyab»

El colectivo feminista «Las Hijabeuses» en la marcha contra la violencia de género en París (19/11/2022). Imagen: Alliance Citoyenne

En Francia, la primera polémica sobre el hiyab surgió en 1989 con los “velos de Creil” cuando un colegio de Creil expulsó a tres alumnas. Ese caso dio pie a debates interminables en los medios de comunicación sobre el concepto de laicidad, la compatibilidad del islam con la República, la pertenencia religiosa y cultural, que desembocaron en unas medidas cada vez más intolerantes. Se pasó del “caso a caso” a la distinción entre “los signos discretos” y “los signos ostensibles”.

En 2003, la comisión Stasi, creada por Jacques Chirac, llevó a cabo un estudio en el que no tuvo en cuenta a las mujeres musulmanas. Los “especialistas” y políticos decidían sobre sus cuerpos sin ellas. Las instancias religiosas musulmanas (compuestas por hombres y creadas por la propia administración) apoyaron las medidas discriminatorias de la comisión, a cambio de mantener sus privilegios de interlocución.

Finalmente, en 2004 se aprobó la ley que prohibió “el uso de signos religiosos ostensibles en las escuelas, colegios e institutos públicos”. Además, al incluir en la ley el criterio de la intención de los alumnos, vemos claramente el riesgo de una extensión interminable de la lista de posibles signos de filiación religiosa, como pasa actualmente con las polémicas sobre el uso de faldas o vestidos anchos.

Las instancias religiosas musulmanas (compuestas por hombres y creadas por la propia administración) apoyaron las medidas discriminatorias de la comisión, a cambio de mantener sus privilegios de interlocución.

En 2011, se aprobó la ley contra el “velo integral” que provocó otra oleada de debates sobre una cuestión residual en Francia, que ya contaba con un marco legal para los casos puntuales de identificación en los espacios públicos sin necesidad de aprobar una ley que estigmatizara a los musulmanes.  

Estas leyes prohibicionistas han tenido un impacto muy negativo para las mujeres musulmanas (no solo las alumnas) y, por extensión, para todo el colectivo musulmán: islamofobia en el ámbito laboral, rechazo de que las madres acompañen al alumnado en las actividades escolares, prohibición de que las mujeres se bañen con trajes de neopreno en las piscinas municipales, expulsión y acoso en las universidades, presión para retirar el hiyab en los ayuntamientos, etc. La administración hace la vista gorda sobre los abusos, lo que provoca que se acaben normalizando. La situación ha ido empeorando hasta la culminación de la ley más islamófoba de Europa, la ley contra “el separatismo religioso”, en la que la relación causa-efecto aparece invertida. Los musulmanes están “separados” porque se los discrimina institucionalmente y esta ley refuerza la separación.

¿Qué dijeron sobre todo esto las feministas? El feminismo iustrado, universalista apoyó la ley y adoptó una lectura esencialista del hiyab: “en toda circunstancia, en todo lugar y todo momento, el hiyab oprime porque es un símbolo del patriarcado”. El feminismo inclusivo guardó un silencio incómodo, en general, menos la histórica Christine Delphy, feminista atea y materialista. Su peso como referente histórico (fue cofundadora de la revista “Nouvelles Questions Féministes” junto a Simone de Beauvoir) no fue suficiente. El apoyo a la ley por parte del feminismo prohibicionista tuvo que ver, por una parte, con su propio vacío programático, que suplió con las polémicas del hiyab como excusa para renovar una lucha trasnochada y para seguir manteniendo el monopolio discursivo; y, por otro, con su mirada paternalista-racista de las mujeres musulmanas. Todo ello, lejos de mejorar las condiciones de vida de las mujeres musulmanas, las ha empeorado. Lo que no pueden aceptar las prohibicionistas es que aún teniendo todo el aparato legislativo de su parte, las instituciones, la financiación, la enseñanza, los medios de comunicación, no consiguen doblegar la voluntad de las mujeres musulmanas de seguir llevando hiyab como acto de resistencia.  

Los musulmanes están “separados” porque se los discrimina institucionalmente y esta ley refuerza la separación.

Lo que está pasando actualmente en el Estado español, en torno al debate sobre el hiyab, tiene un aire de familia precomisión Stasi. Debemos tener en cuenta todas las cuestiones anteriores, no hacer lecturas esencialistas ni comprar los discursos neoliberales de “me lo pongo y me lo quito porque lo decido yo” y estar alerta sobre los peligros del femonacionalismo. En un contexto de discriminación y criminalización, la resistencia contra las leyes racistas es un deber. No hay libertad sin justicia.

En un contexto de discriminación y criminalización, la resistencia contra las leyes racistas es un deber.

Debemos huir de los debates teológicos y moralizantes y centrarnos en la exigencia de derechos. El hecho de defenderlos no significa que se obligue a nadie a llevar hiyab, sino que se trata de tener el control sobre nuestros cuerpos, en un entorno institucional y socialmente hostil. Y eso lo sabe (o debería saberlo) el feminismo inclusivo.  

“Me quito el velo” o la lógica neoliberal de los discursos del sufrimiento

La decisión de una rapera famosa respecto al velo invita a reflexionar sobre qué implican este tipo de confesiones públicas, tanto en los debates feministas como en los antirracistas

MS SAFFAA

“Esto no es un debate, solo es un comunicado […]. He decidido quitarme el velo”. Así empieza el último vídeo de la rapera e influencer Imane Raissali, conocida como Miss Raisa, que cuenta con cerca de 700.000 vistas en TikTok. Efectivamente, el hecho de que una mujer decida cubrirse o no, no debería ser motivo de debate. Sin embargo, más allá de la decisión personal, el análisis del discurso utilizado puede ayudarnos a reflexionar sobre lo que está en juego con este tipo de confesiones públicas, tanto en los debates feministas como en los antirracistas»…

Artículo completo en la web de El Salto

Del feminismo islámico a los discursos progresistas: transformaciones y límites en el contexto europeo

Hace cuatro años, escribí un artículo, “Por unos feminismos islámicos no hegemónicos”, en el que identificaba algunos de los principales aspectos problemáticos de este incipiente movimiento que, en Europa, empezó a emerger a principios de los años 2000, y culminó con la organización de diferentes congresos internacionales, pero que definitivamente no terminó de cuajar, en un contexto de auge de la extrema derecha y de racismo institucional, al no dar respuesta a las prioridades de las mujeres musulmanas.

Con el paso del tiempo, las posiciones de los musulmanes autodenominados “progresistas”, que abogan por un islam “español”, “democrático”, a favor de la “ciudadanía” y la “igualdad de género”, que podríamos incluir dentro del paraguas del “feminismo islámico”, son utilizadas para alimentar las tesis racistas, al presentarse como lo opuesto a una visión del islam como “retrógrado”, “foráneo”, “antidemocrático” y “patriarcal”. Es decir, alimentan un binarismo simplista que redunda en los principales estereotipos que se vehiculan contra las personas musulmanas. En un contexto europeo de control y vigilancia de los musulmanes, estos sectores “progresistas” aparecen como la coartada perfecta para llevar a cabo medidas racistas y represivas contra los colectivos musulmanes. Quieren influir en el culto musulmán, en nombre de su “protección” y “emancipación”, y demandan espacios privilegiados de interlocución. Por otro lado, estas prioridades convergen con las políticas de domesticación que ejerce el Estado sobre la población musulmana y neutralizan cualquier visión crítica e independiente, tanto sobre la gestión del islam como sobre la vulneración de los derechos civiles. Las voces “progresistas” son acomodaticias, no critican el sistema, no se enfrentan a los dispositivos racistas. De ahí que estén legitimadas por los medios de comunicación y los medios políticos dominantes.

Por otro lado, los musulmanes autodenominados “progresistas” no utilizan el apelativo “feminismo islámico”, ni en singular, ni en plural, ya que, actualmente, es un movimiento inexistente en el contexto europeo, a pesar de que algunas voces “autorizadas” islamófobas sí lo utilicen en los medios de comunicación para validar la fabricación de un enemigo interior. Los principales motivos de su desaparición en Europa o, para algunos, su transformación, son el hecho de que, en sus inicios, fue teorizado y liderado por hombres; por su incapacidad para mejorar la situación real de las mujeres musulmanas, al establecer debates excesivamente teóricos. También se debe a la invisibilización de la islamofobia como discriminación estructural y al hecho de no tener en cuenta la complejidad de factores que intervienen en las discriminaciones contra las mujeres musulmanas, más allá de una visión atomizada y simplista de una “mala” lectura de los textos religiosos.

¿Eso significa que los musulmanes no debemos llevar a cabo debates internos, que no nos atraviesan las discriminaciones de género y que toda práctica comunitaria debe ser aceptada sin ser autocríticos? Es evidente que no debemos dejar de serlo. Sin embargo, somos los musulmanes quienes debemos marcar las prioridades, las estrategias, los enfoques y la agenda sobre lo que nos concierne y no deben imponerse desde arriba. Debemos aspirar a ser un colectivo políticamente maduro, que luche por nuestros derechos fundamentales. Debemos respetar la diversidad interna y, a la vez, denunciar las estrategias de fragmentación (que enfrentan a los “buenos” y “malos” musulmanes), ya que obstaculizan nuestra organización colectiva. Solo con una conciencia fuerte de grupo, organizados políticamente, podremos tejer alianzas con otros colectivos discriminados para que nuestras exigencias de justicia y no discriminación se traduzcan en una mejora real de nuestras condiciones de vida.

Crítica al islam español

Pintada en la fachada del cementerio musulmán de Sevilla.

El debate sobre el islam “de España”, “español” o “en España” no es nuevo. La cuestión del calificativo, de la “esencia” del islam, de la compatibilidad o no con los valores occidentales (a saber qué quiere decir eso) es algo que se ha debatido también en otros países europeos, sobre todo en Francia y su islam “de las Luces”, un concepto que ha sido difundido por una serie de musulmanes muy mediáticos, aupados por los centros de poder. Algo similar está ocurriendo en España y el islam “español”. La reivindicación de un islam “genuinamente español” responde a dos planteamientos: por un lado, se trata de una reacción contra el revisionismo del pasado andalusí, identificado como una mera anécdota vergonzosa de la historia de la España cristiana, es decir, una reacción contra quienes afirman que el islam es una religión foránea y violenta. Este tipo de visiones sirven, principalmente, para alimentar los discursos islamófobos de la extrema derecha al extranjerizar el islam. Se trata de un planteamiento que nos retrotrae a la vieja polémica nacional entre Américo Castro y Sánchez Albornoz.

Por otro lado, como consecuencia de lo anterior, se aboga por un islam dentro de la onda de la España de las Tres Culturas que, por una serie de analogías simplistas, se convierte, en la actualidad, en un islam “democrático”, “occidental” y “genuinamente español”, que reivindica la recuperación de un pasado esplendoroso, en ocasiones, desde una postura apologética acrítica. El riesgo de este tipo de planteamientos es que se sitúan en la línea de las tesis culturalistas, que entroncan con las estrategias coloniales: hay un islam violento y antidemocrático que viene de fuera, mientras que el “gen” español lo convierte en democrático. Al contrario de lo que cabría esperar, la defensa de un islam “genuinamente español” no sirve para contrarrestar la islamofobia sino al contrario, alimenta las tesis racistas al establecer una clasificación entre buenos y malos musulmanes, entre los que tienen una cultura española (o se adscriben públicamente a la defensa de lo “español”) y los que tienen una cultura “islámica” extranjera, importadores del espantajo del islam político. A todos nos chirriaría la necesidad de abogar por un “catolicismo español”, un “budismo español” o un “judaísmo español”, por lo que debemos preguntarnos qué intereses hay detrás de la reivindicación un islam “genuinamente español” y a quién beneficia esta terminología política.     

Tal y como afirma la socióloga y escritora Kaoutar Harchi “la islamofobia es la violencia política estructural en la que la afiliación religiosa se racializa, esto es, aparece definida como un determinante absoluto. El hecho de creer o hacernos creer que el problema es teológico induce a la (auto)-humillación de los musulmanes que sienten que deben mostrar lealtad, entendida como la promesa de cambiar “en esencia””.

En ese sentido, la política de domesticación del islam y del refuerzo de las tesis culturalistas por parte del Estado se basará en dos herramientas: la Comisión Islámica de España (cuyo objetivo, en teoría, es que se cumplan los acuerdos de cooperación de 1992) y el uso de los “musulmanes españoles” como interlocutores ideales, a pesar de ser una minoría. Así, la mayoría de reivindicaciones y la principal labor exegética de los “musulmanes españoles” tendrán que ver con la necesidad de mostrar que el islam es “feminista”, “democrático”, “pacifista”, “ecologista” y que ya se ha independizado de las influencias de las diferentes embajadas. Lo que me interesa señalar no es el debate interno en sí, en el que yo misma he participado (si hay un islam feminista vs machista, democrático vs autoritario, pacifista vs belicista, ecologista vs degollador de animales ya que, presentado así, refuerza el binarismo simplista que alimenta el racismo y, por otro lado, como afirma Ziba Mir Hosseini, “la imposición de unas interpretaciones sobre otras no tiene que ver con la autenticidad sino con las fuerzas políticas que las defienden”) sino cómo desde el Estado se instrumentalizan estos debates para arrinconar a los musulmanes a la esfera religiosa y cómo establece los límites de nuestras reivindicaciones al reducirlas a debates teológicos abstractos. De esta forma, evitan que nos organicemos y nos unamos respecto a cuestiones políticas y sociales cruciales. Mientras los diferentes colectivos musulmanes estemos entretenidos en llevar a cabo esos debates teológicos e intentemos que se cumplan los acuerdos de cooperación a través de la Comisión Islámica de España, que es un simple órgano de control de los musulmanes, la lucha contra el racismo estructural, la ley de Extranjería, la reivindicación del cierre de los CIEs y la denuncia de las condiciones de explotación de las personas migrantes no provocarán muchas adhesiones. Y eso, tanto al Estado como a los partidos políticos, les viene perfecto.  

Voces musulmanas «autorizadas»: Vox y el uso político de la religión

I Encuentro Frontera Sur, Las Palmas de Gran Canaria, 5 y 6 de noviembre.

Poco a poco, los medios de comunicación y los partidos políticos van abriendo los espacios a voces “nativas”, “autorizadas”, “auténticas”. La organización y las reivindicaciones políticas de los colectivos a los que (supuestamente) representan tienen que ver con el acceso a esos espacios. Es necesario abrirlos. Es saludable acceder a visiones y posiciones diferentes, incluso opuestas, ya que enriquecen los debates. Sin embargo, no es menos cierto que algunas de las voces musulmanas más mediáticas poseen algo que a los medios de comunicación y a los partidos políticos les interesa: confirman sesgos y refuerzan sus intereses. Por lo tanto, es importante que nos preguntemos por qué partidos como Vox, por ejemplo, en el I Encuentro Frontera Sur celebrado el pasado mes de noviembre en Las Palmas de Gran Canaria “para abordar la amenaza de la inmigración ilegal”, ha echado mano de voces musulmanas “autorizadas”. Debemos preguntarnos sobre el lugar que ocupan estos discursos en el campo social y político. Es un error monumental pensar que la participación de musulmanes en eventos organizados por la extrema derecha tenga nada que ver con la libertad de expresión y la defensa de la pluralidad de visiones dentro del colectivo musulmán. Hay que denunciar enérgicamente el uso de esas voces críticas cuando sirven para defender posiciones islamófobas, más aún, teniendo en cuenta el contexto actual europeo de radicalización islamófoba.  

Xavier Romero-Vidal y Jakob Schwoere acaban de publicar un estudio sobre “Las dimensiones religiosas de la izquierda española: partidos y electorado”, en el que nos dan unas claves para entender lo que está en juego. La aparición de Vox en el tablero político puede provocar “un contagio de la retórica anti-islámica entre los partidos mayoritarios, como en otros países de Europa occidental”. Esta cita no trata de exonerar al resto de partidos, puesto que la islamofobia es estructural, sino que lo que muestran los datos del estudio es que la extrema derecha utiliza referencias religiosas como estrategia central de campaña y se presenta como defensora del cristianismo y de la civilización europea, frente a una supuesta amenaza musulmana externa e interna, materializada en forma de “avalanchas migratorias” y de “no-go zones” o guetos. El auge de la extrema derecha y la instrumentalización de la religión como componente ideológico tiene consecuencias para el conjunto de partidos, ya que acaba poniendo sobre la mesa unas temáticas y enfoques que pueden pasar de ser totalmente secundarios, a unas prioridades impuestas. El deslizamiento hacia su marco ideológico se hace cada vez más patente en cuestiones relacionadas con la seguridad nacional y el consiguiente control de las personas musulmanas, el tratamiento de la inmigración y el endurecimiento de la ley de Extranjería. En definitiva, se trata de la defensa de narrativas de exclusión y criminalización de las personas migrantes y/o musulmanas y de medidas represivas.

Por lo tanto, cuando algunas voces musulmanas “autorizadas” o percibidas como tal aceptan participar en debates con la extrema derecha, lo que están haciendo es darles argumentos a su discurso islamófobo, que los transforma en un refrendo de su denuncia de una invasión de hordas de musulmanes fanáticos de las que hay que defenderse. Todo ello se traduce en unas consecuencias nefastas para las personas migrantes y/o musulmanas.

Es lo que ha ocurrido con la conferencia sobre “El islam político y su implantación en Europa” del encuentro organizado por Vox, antes mencionado, en el que las voces musulmanas “auténticas” corroboraron punto por punto todas las tesis de la extrema derecha: la existencia de un enemigo interior (la formación de guetos, los centros religiosos como centros de control ideológico, el activismo antirracista musulmán), de un enemigo exterior (migrantes y refugiados) y la teoría del reemplazo. Y aportaron unas soluciones milagrosas: mayor control del Estado, la no concesión de la nacionalidad, el endurecimiento de la ley de Extranjería. Qué bien se lo han servido a la extrema derecha, ¿no?

La periodista Zineb el Rhazaoui, conocida en Francia por sus posiciones radicales islamófobas, afirma que “el islam aplicado es el islamismo. Y el islamismo aplicado es el terrorismo”. Con algunos matices, esta es la idea principal que transmiten esas voces “auténticas”, muy contentas de que “por fin” se las escuche. Es importante aclarar que no se trata de personas que cometen errores empíricos o interpretativos sino que participan en el mantenimiento de un sistema racista, ya sea de manera consciente o no, por acción u omisión. Hay que denunciar estos deslizamientos discursivos e ideológicos y la instrumentalización de estas voces, que representan los intereses partidistas de la extrema derecha.

Ley contra el racismo en Catalunya, ¿una buena noticia?

El Govern aprueba la memoria preliminar de la ley que aborda el racismo de forma integral, impulsada por la Conselleria de Igualdad y Feminismos. Empieza un período de consulta pública previa de tres meses y medio abierto a la ciudadanía, que combinará medios telemáticos y presenciales en todo el territorio catalán. En una reacción inmediata, podemos felicitarnos por la iniciativa. Se trata de una ley que tratará las diferentes formas y expresiones del racismo, como el antigitanismo, la islamofobia, la xenofobia y otras formas de discriminación étnico-racial. El hecho de que se normalicen estos conceptos y que se reconozca la existencia misma de las diferentes formas de discriminación es un aspecto positivo, por lo menos en apariencia.

Otro aspecto, en principio, positivo es que la iniciativa está impulsada por la Conselleria de Igualdad y Feminismos, lo que muestra que dentro del feminismo institucional hay cierta diversidad de corrientes y sensibilidades. No todo el feminismo está instrumentalizado por la extrema derecha en lo que se refiere a discursos racistas. También es importante el hecho de que se reconozca la existencia de un racismo estructural e institucional que pueden ejercer los propios poderes públicos.

Ahora bien, más allá de las buenas intenciones o declaraciones, habrá que ver de qué medios se van a disponer, qué margen de maniobra van a tener cuando choquen entre sí los intereses de las diferentes consellerias, y qué voluntad política tendrán para aplicar la ley.

Otra cuestión importante es que esta ley puede acabar neutralizando e instrumentalizando la lucha contra las diferentes formas de racismo al institucionalizarla y dictar desde arriba los enfoques, las agendas y estrategias. En función de todo ello, será una ley eficaz o será papel mojado e, incluso, contraproducente. Por lo pronto, parece que la balanza se inclina hacia la segunda opción. Algunas cuestiones que debemos tener en cuenta:

¿Qué alcance, margen de maniobra y voluntad política habrá en lo relativo a la ley de Extranjería, quitas de custodia de hijos de familias migrantes, revisión de los requisitos para obtener el permiso de residencia?

¿De qué forma esta ley entra en conflicto con la política antiterrorista de Catalunya y protocolos como el PRODERAE, que se aplican, por ejemplo, en el sector educativo, así como la ley antiterrorista española que alimentan el racismo y la islamofobia?

Catalunya es la Comunidad Autónoma en la que hay más ordenanzas municipales que restringen la manera de vestir de las mujeres musulmanas. ¿Esta ley revisará y anulará todas esas ordenanzas?

¿De qué forma se protegerá a las personas racializadas de la violencia de los mossos d’esquadra? ¿Cómo impedirá que sigan existiendo controles por perfil étnico?

¿De qué manera se respetará el Acuerdo de Cooperación de 1992, según el cual las personas musulmanas tienen derecho a ser enterradas según el rito islámico, a construir mezquitas en las ciudades y pueblos, cosa que actualmente es imposible en muchos municipios?

Si la ley no se aplica, por falta de voluntad, falta de margen de maniobra o conflicto de intereses siempre se nos podrá replicar, ¿de qué os quejáis, si tenéis una ley contra el racismo? Por lo que puede acabar siendo contraproducente. En definitiva, al igual que ocurre con otros movimientos y reivindicaciones sociales lo más probable es que esta ley acabe neutralizando e instrumentalizando la lucha contra las diferentes formas de racismo al institucionalizarla.

Mujeres musulmanas en el punto de mira (una vez más)

Por Ángeles Ramírez, Noha el Haddad, Natalia Andújar

Fuente: eldiario.es

En estas últimas semanas, dos hechos han vuelto a colocar el pañuelo musulmán en el foco de la actualidad mediática. El primero es la retirada de la campaña del Consejo de Europa Beauty is in diversity as Freedom is in hijab, para promover la movilización de la juventud contra el racismo. Se mostraba un vídeo en el que mujeres jóvenes aparecían primero sin pañuelo y después con él, aunque solo cubría la mitad de su rostro, en fotogramas divididos y luego fusionados. Se acompañaba de otras fotos en las que mujeres con hiyab explicaban en unas líneas su elección y significado. El gobierno francés reaccionó muy fuertemente en contra de esta campaña, a la que acusaba de promover el uso del hiyab, consiguiendo que fuera retirada. En este asunto, las posiciones del gobierno, de ciertos senadores socialistas y de la extrema derecha, fueron coincidentes. Las posiciones más radicales hablaron de blanqueamiento del hiyab.

El otro hecho es más reciente y local. Se trata de la reunión de mujeres líderes en política a la que acudieron Ada Colau, Mónica García, Mónica Oltra, Yolanda Díaz y Fátima Hamed en Valencia a mediados de noviembre. El pañuelo de esta última se convirtió en objeto de discusión y crítica no solo en las redes, sino en diferentes medios. Esto es una malísima noticia. De entrada, al poner el foco en su pañuelo, se ignora por completo el peso de su actividad política en Ceuta, donde es diputada y donde planta cara cotidianamente a la extrema derecha. Hamed ha conseguido, por ejemplo, que la Asamblea de Ceuta declare persona non grata a Abascal, por insultar a la población musulmana ceutí en su visita a la ciudad durante la crisis migratoria de la primavera de 2021. Pero su lucha contra la impunidad del discurso de odio y contra la extrema derecha, parece reducirse a su pañuelo en todo este revuelo.  

De manera mucho más explícita que cuando se comentaba la vestimenta de las ministras, la apariencia de Hamed ha sido tema de debate de manera sistemática en estos días desde puntos aparentemente dispersos por el espectro político. Como feministas, no hemos podido evitar el enfado y la impotencia por cómo se manoseaba su imagen. En ocasiones, la crítica ha venido de algunas voces que comienzan a ocupar espacio mediático en España con posiciones contra el derecho a llevar pañuelo, que encuentran eco no solo en medios conservadores o de centro-derecha, sino también de izquierdas, lo cual merecería una reflexión. Algunas de estas son de origen musulmán. Sus comentarios presentan varios lugares comunes, con conclusiones bastante obvias:

1. Se argumenta la parte por el todo. Es el caso de opiniones provenientes de personas de origen musulmán con experiencias de opresión, que las generalizan a todas las mujeres musulmanas, como ya pasó antes en Holanda con la ex diputada conservadora Ayaan Hirsi Ali. Pero lógicamente, las vidas de más de mil millones de mujeres musulmanas son diversas por definición y no se puede hacer la misma interpretación para todas. Cierto es que hay vidas precarias para las que el islam puede ser utilizado como un instrumento de subyugación de las mujeres, pero –y lo subrayamos– obviamente no es en absoluto la norma. 

2. En esta misma línea, pretender que el pañuelo es un símbolo del integrismo, es una falacia. En ciertos casos, puede estar asociado a vivencias rigoristas del islam, pero no en la inmensa mayoría. Convertir en integristas a millones de personas a partir de una frase tramposa puede tener eco mediático, pero no contribuye a luchar contra el racismo ni el patriarcado. Como cualquier otra mujer, las musulmanas –con pañuelo o sin pañuelo– lidian con diversas condiciones de vida. Muchas sufren opresión y han de buscar herramientas para salir adelante; otras disponen de recursos y de redes para llevar una buena vida, e incluso luchar por las demás. Y sí, muchas también se identifican como feministas ¿Dónde está realmente el problema? En que toda la diversidad queda reducida a un pañuelo que como la capa del rey Midas, convierte a las mujeres que lo llevan en víctimas pasivas y llorosas o en fanáticas religiosas, cancelando su presencia pública y haciéndolas objeto de escarnio, como acaba de suceder con la diputada ceutí. 

3. Si efectivamente, para algunas mujeres musulmanas, el pañuelo es una imposición que refuerza el sojuzgamiento y la opresión, obviamente no lo es para todas. Hay países de mayorías musulmanas en los que se obliga a las mujeres a llevar pañuelo, como Arabia Saudí o Irán; hay otros en los que se las fuerza a quitárselo, como Francia o Bélgica. En Europa, en la mayoría de los casos, es producto de una decisión y no de la subordinación. Por poner otro ejemplo: del hecho de que la pareja conyugal pueda ser una cárcel patriarcal, no se concluye que todas las mujeres en pareja sean un juguete roto en manos del patriarcado. En este sentido, es legítimo que muchas mujeres se nieguen a tener pareja, como una forma de lucha contra la dominación masculina, como también lo es que muchas mujeres de origen musulmán renieguen del pañuelo. Lo que desde luego no lo es, es este ejercicio continuo de denigración contra las mujeres que llevan pañuelo, rayano en el discurso de odio.

4. Se dijo que la aparición de Fátima Hamed en las fotos, legitimaba el pañuelo. Esta afirmación parece presuponer que el hiyab no es legítimo, pero ¿sobre qué base hay ropa legítima e ilegítima para las mujeres? ¿Quién y por qué se arroga el derecho de opinar sobre el cuerpo de Fátima Hamed? 

El hecho de que algunas de estas posiciones anti-derechos sean de origen musulmán, les confiere una apariencia de legitimidad que puede inhibir la réplica, alzándolas como una especie de «voz autorizada» que representa a todas las mujeres musulmanas. Desgraciadamente, no hay demasiadas reacciones públicas en contra, ni por parte de otras musulmanas pro-derechos –lleven o no hiyab– ni de fuera de las comunidades. Las razones son diversas. Entre otras, por un reducido espacio en los medios para las posiciones pro-derechos, que no son tan mediáticas como la reivindicación de arrancar el pañuelo a las mujeres musulmanas. El ambiente de islamofobia creciente, con discriminaciones manifiestas, detenciones arbitrarias a representantes religiosos o críticas feroces a las mujeres con pañuelo, no ayuda a hacer visible un discurso que contrarreste el anti-derechos, que reproduce exactamente lo que denuncia: anula a las mujeres con pañuelo y las aparta de la vida pública, en una lógica circular de victimismo, resentimiento y cancelación. Con un añadido, y es que la pretensión no es ilegitimarlas, sino ilegalizarlas, como de hecho está pasando ya en algunos institutos de secundaria del Estado con las chicas que llevan pañuelo, que son apartadas de forma subrepticia de la educación pública.

En suma, todos estos discursos, en los que convergen las posiciones de las derechas –incluida la extrema– con un cierto sector de la izquierda y del feminismo, contribuyen a redoblar la presión social sobre las mujeres que llevan pañuelo en España, blanqueando el racismo anti-musulmán. 

En esto, desgraciadamente, España se va pareciendo cada vez más a Francia. Sin embargo, aún hay un hermoso camino por recorrer desde un feminismo antirracista e inclusivo que nos indica que aún estamos a tiempo de pararlo.

Asimilar a través de las mujeres

Visión maniquea y colonial de las mujeres afganas.

Integrar, incluir, invisibilizar, silenciar, adaptar, reformar, transformar a imagen y semejanza; en definitiva, las consignas que deben seguir las personas musulmanas (una vez que caen las máscaras de los eufemismos) tienen que ver con la asimilación, según un modelo social establecido de antemano, un modelo racista, discriminatorio, injusto. Un modelo blanco, laicista beligerante, al servicio de los grandes capitales, que castiga a la comunidad musulmana, si no acepta las condiciones impuestas unilateralmente. ¡Tengamos todos muy claro quién manda! Las herramientas del chantaje son las políticas del miedo, la represión, la opresión y el racismo, que campan a sus anchas con total impunidad.

No se trata solo de la complicidad del Estado o de que haga la vista gorda, sino que son discriminaciones estructurales, por lo que es imposible combatirlas desde esa misma estructura. Un Estado que agita los miedos más primarios de la población, para aparecer después como garante de la paz social, es un Estado cínico.

Según la tesis asimilacionista, existen dos posturas antagónicas, que en realidad se refuerzan entre sí, ya que ninguna cuestiona el concepto de “integración”. Hay quienes creen que las personas musulmanas no se pueden integrar y hay quienes piensan que hay que trabajar para lograr su integración.

Para estos últimos, los “buenos musulmanes” deben trabajar con sus aliados “naturales”, esto es, con los movimientos feministas y de izquierdas, que desean su “integración”, “normalización” y “liberación del yugo de la religión/patriarcado”.

Las premisas para lograrlo pasan por que las personas musulmanas sean invisibles; no visibilicen su práctica religiosa; corten con sus raíces y con su comunidad; no hablen árabe; denuncien a los potenciales terroristas dentro de su comunidad y acepten una cosmovisión ajena al islam.

Quienes no aceptan estas exigencias, pasan a ser, evidentemente, “malos musulmanes”. Y a la inversa, se premia a los musulmanes informantes, feministas, antifascistas, y asimilados, por ser útiles para los programas de normalización o, según la jerga decolonial, para los programas de blanqueamiento.

El papel que les asignan a las musulmanas en este programa es fundamental. En el imaginario colectivo, los hombres musulmanes son violentos y las mujeres musulmanas son sumisas a las que hay que liberar. El leitmotiv feminista mayoritario es: “Os vamos a ayudar a empoderaros para que podáis dejar vuestra religión machista”.

¿Por qué las estrategias asimilacionistas se centran especialmente en las mujeres? Porque para el feminismo institucional, hablar en nombre de todas supone obtener unos beneficios políticos. Desde esas estrategias racistas, se concibe a las mujeres musulmanas como seres más influenciables pero a la vez paradójicamente pueden influir en su comunidad ya que desempeñan el papel de educadoras y son, además,  necesarias como modelos “positivos”.

En ese contexto, el uso del hiyab se convierte en muchos casos en una forma de resistencia. Cómo es que si son sumisas e influenciables, no quieren desvelarse, a pesar de que disponen de un marco legal y de un discurso machacón que no solo lo posibilita sino que lo alienta. Lo que le molesta al feminismo institucional no es el hiyab en sí, sino el rechazo de las musulmanas hacia uno de los pilares básicos de los programas de normalización, esto es, el desvelamiento. Para ciertas feministas, es menos ofensivo pensar que es porque a las pobres ignorantes les han lavado el cerebro que aceptar que les digan a la cara “no me da la gana de que me utilices”.

Por otro lado, en las recientes manifestaciones públicas post 17A, se han hecho virales unas imágenes de mujeres musulmanas con hiyab, que se han enfrentado a los terroristas y a los fascistas. Sin embargo, es necesario estar alerta sobre la instrumentalización y apropiación de ciertas figuras que se han hecho mediáticas, ocultando de esta forma la islamofobia y el racismo que atraviesa todo el espectro político, incluida la izquierda, y no únicamente el fascismo y el terrorismo.

Tal y como escribí en un artículo anterior:  “entre las izquierdas y los feminismos más inclusivos, hay sectores que piensan que, en un contexto de mayoría musulmana, es hasta cierto punto lógico que se utilice un feminismo “religioso” como estrategia, debido al poco margen de maniobra del que disponen las mujeres y, en todo caso, piensan, como afirma el filósofo Santiago Alba Rico, que “han de superar el islam desde el interior del islam” o, más concretamente, que “liberar a la mujer desde el islam puede ayudar inesperadamente a liberarse también del islam”[1]. Sin embargo, no lo ven pertinente en un contexto “laico” como el europeo, ya que ya están “liberadas” del islam”. En ese empeño por emancipar y normalizar a la comunidad musulmana hay un objetivo claro: “lo deseable es que lleguen a ser como nosotros”, aunque ese proceso les lleve su tiempo.

La estrategia pseudofeminista según la cual el “islam español (o europeo, o catalán) pasará por las mujeres” o, dicho de otra manera, la asimilación se llevará a cabo a través de las mujeres, invisibiliza el hecho de que el feminismo “liberador” está alimentando la islamofobia. En este contexto de discriminación y de estigmatización de la comunidad musulmana, cualquier denuncia de las opresiones por parte de las mujeres musulmanas está instrumentalizada con fines racistas.

[1] Andújar, N. « Per un feminisme islàmic ». El Crític, 22 de agosto de 2017 https://www.elcritic.cat/blogs/sentitcritic/2017/08/07/per-un-feminisme-islamic/

La gestión de la diversidad cultural y religiosa. Claves de cara al futuro

ikuspegiResumen de la ponencia presentada el 18 de noviembre de 2016 en las Jornadas  sobre inmigración en el El País Vasco, organizadas por Ikuspegi, Observatorio Vasco de Inmigración

La diversidad cultural y religiosa es una cuestión poliédrica que no puede ser abordada únicamente desde el punto de vista de la inmigración y los flujos, más o menos constantes, que ha habido a lo largo de la historia reciente del Estado español. En general, hemos identificado  los retos que nos plantea la acogida de nuevos ciudadanos, desde un punto de vista simplista y casi exclusivamente desde la preocupación por la seguridad ciudadana, obviando que estos nuevos (o no tan nuevos) ciudadanos deben sentirse seguros para formar parte de la sociedad, no solo desde un punto de vista económico, sino en un sentido amplio, mediante el respeto de la dignidad humana.

Los trillados debates en torno al relativismo cultural versus multiculturalismo, las identidades fijas versus identidades múltiples, o el falso dilema entre la lucha antisexista y la lucha antirracista, cada vez son más enconados y no resuelven las cuestiones de fondo: la imposición de unas políticas migratorias que atentan contra los derechos humanos, el hecho de que las personas inmigrantes no pueden votar pero tienen que pagar los impuestos, el prejuicio que identifica sistemáticamente a alguien que no profesa la religión católica con una persona inmigrante, etc.

Los distintos informes tanto a nivel europeo como nacional, indican que hay una crisis de valores en Europa cuya principal consecuencia es el aumento de los delitos de odio. En 2015, el primer delito de odio en el Estado español fue la islamofobia, que registraba el 40% de los casos. La Plataforma Ciudadana contra la Islamofobia recogió 278 casos de islamofobia, distribuidos en los porcentajes siguientes: 5,3% fueron agresiones contra personas, 5,3% de vandalismo contra mezquitas, más el 4% de incidentes contra la construcción o apertura de mezquitas, el 19,4% fueron actos contra las mujeres por su indumentaria (hiyab: pañuelo que cubre el cabello), 21,8% de CiberOdio, 3,4% contra refugiados, 3,4% instrumentalización negativa del Islam y los musulmanes durante las campañas electorales.

Las principales conclusiones del informe son:

  • Islamofobia de género: Se consolida el incremento de la islamofobia de género, 59 incidentes que como mínimo han afectado a más de 199 mujeres.
  • Ciberodio: Se constata gran proliferación de mensajes islamófobos en Internet, particularmente en las redes sociales.
  • Discurso de odio: Continúa el aumento del odio islamófobo en el discurso institucional de partidos políticos y otras organizaciones.
  • Aparecen casos de islamofobia contra menores, incluidas las agresiones y el acoso escolar por causas religiosas contra alumnos musulmanes.
  • Otra nueva tendencia ha sido la islamofobia derivada de la crisis humanitaria y la posibilidad de la llegada de refugiados.

Por otro lado, es necesario llevar a cabo una evaluación del modelo de inclusión actual español, en el que hay que incluir una reflexión sobre el bloqueo del acuerdo de Cooperación de 1992, entre el Estado y las confesiones minoritarias. En lo que concierne a la comunidad musulmana, la no aplicación práctica de este acuerdo, ya sea por el desconocimiento de las distintas administraciones públicas, la falta de financiación, el “baile” de competencias o la constante falta de consenso entre los interlocutores con el Estado, ha puesto de manifiesto la falta de voluntad política.

El Acuerdo de Cooperación fue en un principio positivo, ya que suponía el reconocimiento de unos derechos frente a los privilegios de la Iglesia católica. Sin embargo, a largo plazo ha sido contraproducente ya que ha encerrado a la ciudadanía en un juego identitario que no solo no ha favorecido la inclusión sino que ha reforzado un sistema piramidal no democrático. Son las propias administraciones públicas las que han alimentado el discurso identitario-religioso al reconocer únicamente a aquellas entidades registradas en el registro de entidades religiosas del Ministerio de Justicia.

Las claves de cara al futuro pasan por:

  • Disponer de un marco legal que respete los derechos humanos y no criminalice a las personas inmigrantes. Entre otras medidas inmediatas, es necesario que se cierren los CIEs.
  • Romper el Acuerdo de Cooperación y trabajar desde un marco legal superior, como es el de la Constitución española, con un desarrollo específico de la Ley de Libertad Religiosa.
  • Abogar por un modelo inclusivo en el que el colectivo inmigrante no sea utilizado como arma política según los distintos intereses partidistas.
  • Entender que no hay ningún dilema entre la lucha contra el machismo y la lucha contra el racismo.

«Siempre hay que preguntarse a quién benefician estas polémicas»

burka banEn el marco de un trabajo para el Máster de Comunicación de Conflictos Armados, Movimientos Sociales y Paz de la UAB, una estudiante entrevista a Natalia Andújar para conocer su opinión sobre el debate que prohíbe el uso del burka y el niqab en Europa.

Antes de empezar, me gustaría tener una radiografía de tu perfil personal. Dinos

Un sueño aún por realizar: Escribir un libro
Una mentira: La existencia del «otro»
Una gran verdad: Las apariencias engañan
Un destino: Igualdad
Una pasión: El deporte
Un libro: El Quijote
Una frase: La única Ley sagrada es la ley del cambio.
Una pregunta: ¿A quién beneficia el feminismo exclusivo?
Un arrebato: El enamoramiento
Lo que hizo que el mundo fuera mejor en los últimos 10 años: El final del viejo paradigma

Gracias. En primer lugar, me gustaría saber cuál es tu profesión

Soy profesora y dirijo el Centro de Formación Educaislam.

Sé que te convirtiste a la religión musulmana y me gustaría saber cuáles son las razones detrás de esta elección espiritual

Mi búsqueda fue espiritual e intelectual. Yo venía del agnosticismo, por lo que no he cambiado de religión. Mi búsqueda ante las preguntas trascendentes que nos solemos hacer me llevaron al islam, pero me podrían haber llevado a otra tradición espiritual.

¿Qué te hizo interesarte por el islam, la cultura musulmana, el feminismo y activismo?

Mi contacto con un país de mayoría musulmana y una conciencia de que nuestra existencia tiene un sentido más allá de nuestra materialidad corporal.

El feminismo y activismo es algo que llevo conmigo desde siempre: en el cole organizaba huelgas, en mi casa me rebelaba contra el machismo desde pequeña. He sido muy activa en el movimiento Scout de Catalunya y he estado implicada en distintos proyectos de cooperación internacional.

¿Utilizas algún tipo de vestimenta de naturaleza islámica, velo, el hiyab u otro? ¿Has considerado esta hipótesis? ¿Por qué?

No, porque no llevo nada en la cabeza, ni gorra, ni gorrito, ni sombrero. No hay prendas “islámicas”, hay prendas con usos diversos.

¿Cómo es ser activista, musulmana, vivir en un país occidental y luchar contra el poder del patriarcado en la sociedad actual? ¿A qué obstáculos te enfrentas?

A dos obstáculos: a la mirada esencialista de cierto sector del feminismo que nos expulsa de la familia feminista al considerar que “las subalternas” no podemos hablar (así se nos considera) y dentro de la comunidad musulmana, hay sectores reaccionarios que nos ven como un gran peligro porque defendemos la recuperación de la propia tradición islámica y la centralidad del Corán, frente a la fractura que ha supuesto cierto islam político respecto a nuestra tradición y la marginación del mensaje divino primigenio, que no es otro que la defensa de la paz, la unicidad y la justicia.

¿Cuáles son los principales estereotipos que la sociedad occidental (los no musulmanes) tienen respecto al islam?

Que se trata de una religión violenta, patriarcal, retrógrada. O sea, nada bueno. Es una visión totalmente manipulada. Se confunde la dimensión política con una tradición espiritual. Hay distintas fuerzas político-económicas que quieren que esa confusión perdure y la alimentan. El neoliberalismo y el fundamentalismo se retroalimentan, se necesitan y validan mutuamente esas visiones tremendistas.

¿Cuál es tu posición respecto a la prohibición del uso del burka y el niqab en los espacios públicos? ¿Qué piensas sobre este tema?

No estoy de acuerdo con las prohibiciones que vulneran los derechos de los ciudadanos. Legislar sobre un problema inexistente tiene consecuencias muy negativas: se estigmatiza a un colectivo, se fomenta la islamofobia al asociar erróneamente esa prenda con el islam y sirve para desviar la atención sobre los verdaderos problemas.

¿Cómo crees que se trata esta cuestión en los medios de comunicación?

De forma estereotipada y tendenciosa. Hay una inflación de noticias sensacionalistas que están manipuladas y responden a unos intereses muy concretos.

¿Crees que la aplicación de la ley que prohíbe el uso del niqab y el burka dificulta la vida de las musulmanas, incluso en los espacios privados?

Dificultaría la vida de las musulmanas si hubiera mujeres que lo llevaran. Pero el número de personas es tan reducido que me parece innecesario legislar sobre esta cuestión. Para esos pocos casos, evidentemente se les va a enviar a sus casas y eso es muy poco feminista. No fomenta especialmente el empoderamiento.

¿Crees que en este escenario, la mujer musulmana se enfrenta a obstáculos sustanciales en los espacios públicos? ¿Cuáles? ¿Y en los espacios privados?

Habría que preguntárselo a una mujer que llevase niqab. Veo que se usa indistintamente niqab y burka. En España los contados casos de mujeres que llevan el rostro cubierto son portadoras del niqab pero no del burka. De hecho yo no he visto nunca a nadie vestida así por la calle, Supongo que las reacciones pueden ser aparentemente contradictorias: violentas y también paternalistas.

¿Puede haber consecuencias negativas para una chica que lleva, por ejemplo, un pañuelo en la cabeza y luego se deja de usar (ya sea en todos los casos) dentro de la comunidad musulmana?

Dependerá del ambiente en el que se relacione, cómo se relacionaba antes con la gente y cómo se relaciona con su nueva imagen. Y viceversa, cómo se relacionaba la gente con ella, antes y después.

¿Crees que esta ley genera simpatías hacia el uso de prendas que cubren el rostro, esto es, se refuerza la defensa de su uso ya que «si me prohibes algo entonces voy a hacerlo»?

No creo que se generalice su uso, puesto que el ocultamiento del rostro no es ninguna obligación religiosa, pero es cierto que la prohibición acaba reforzando las tesis de ciertas corrientes dentro del islam que creen que es una vestimenta que tiene algo que ver con la religión.

¿Consideras que el tema «sí o no a la prohibición del uso de burka y niqab» es un falso debate, es decir, que de hecho se libera el bienestar de la mujer como fin último pero esto es sólo un discurso político? ¿Por qué?

¿El bienestar para quién? Cuando el Tribunal Europeo desestimó una denuncia de una ciudadana francesa, en relación a la ley que le prohibía llevar el rostro cubierto en el espacio público, alegó que la razón principal era porque la prohibición servía para reforzar la seguridad ciudadana. Nada que ver con el bienestar de las mujeres.

¿Consideras que la sociedad actual recibe con los brazos abiertos la diversidad cultural o no del todo?

No, la sociedad española todavía está viviendo una transición “cultural”: después de más de 500 años de monolitismo cultural, no es fácil que se respete la diversidad.

¿Por qué la gente rechaza la existencia de movimientos feministas islámicos? ¿Qué crees que está fallando?

Cualquier movimiento, como su nombre indica, es dinámico, se mueve y pone en entredicho el estatus quo. Hay muchos intereses, tanto dentro como fuera de la comunidad musulmana para que nada cambie, para que quienes tienen el poder lo mantengan. Yo lo percibo al revés, cuanta más oposición haya por parte de los distintos poderes que se retroalimentan, eso significa que el feminismo islámico molesta, que sirve para algo. Sería un fracaso que esos mismos poderes lo hicieran suyo y lo instrumentalizaran. Sería la forma más eficaz de neutralizarlo.

Afirmas que la prohibición no es la solución. ¿Por qué?

Porque una prohibición no es pedagógica, es represora. Lo que es legal no es necesariamente justo.

Y si no es la solución, ¿qué otras medidas/soluciones sugieres a este problema?

Podría llegar a ser un problema si no hay educación, sensibilización y respeto por el derecho a la libertad de imagen.

¿Crees que hay un discurso contaminado, difundido por los medios de comunicación, sobre el tema de la prohibición?

Totalmente viciado. Siempre hay que preguntarse a quién benefician estas polémicas. En Europa, a las corrientes de ultraderechas, que acaban contaminando ideológicamente a otras corrientes políticas que asumen como propias las tesis discriminatorias.

Leí en algún lugar, que el feminismo occidental (algunos movimientos) prejuzgan a las musulmanas al pensar que son felices asumiendo la falta de derechos dentro de las sociedades patriarcales. ¿Qué le dirías?

Las musulmanas no necesitan de una mirada paternalista, liberadora según unos cánones impuestos desde fuera ni de una relación desigual, en la que cierto sector del feminismo laico se posiciona por encima del bien y del mal, en una especie de superioridad moral.

Necesitamos tejer relaciones horizontales, en un mismo plano de igualdad. No existe ningún dilema entre la lucha antisexista y la lucha antiracista. Es un falso dilema alimentado por el patriarcado para desactivar nuestras luchas. Me preocupa mucho que cierto feminismo beligerante haga suyos los discursos de la ultraderecha respecto a las mujeres y el islam. Huyo de las miradas esencialistas.

¿Es correcto decir que hay un feminismo occidental y un feminismo islámico? En caso afirmativo, ¿cuáles son las principales diferencias?

No estoy de acuerdo con esa distinción, ya que por un lado, se identifica un “espacio” y un “pensamiento” únicos, como si solo hubiera un feminismo occidental, y un adjetivo que nos remite al “islam”, a una religión. Yo creo que existen feminismos mestizos, el islámico es uno de ellos, en el que las fronteras no son geográficas sino más bien mentales y abogan por una visión decolonial, descentrada e inclusiva.

¿Por qué crees que es importante hacer visible el feminismo islámico?

Porque no podemos reivindicar que debemos ponernos las gafas violetas en todos los ámbitos menos en uno: el de la religión. No podemos establecer la siguiente ecuación: o eres no creyente y liberada, o eres creyente y sometida. Tenemos que estar alerta respecto a esos simplismos paternalistas. El feminismo islámico nos permite mantener la guardia en ese sentido.

¿Qué has aprendido, qué es lo que más valoras en tu carrera y en tu experiencia personal como activista?

Que las cosas pueden cambiar. Hace unos años cuando hablábamos de igualdad en el islam, había una gran oposición dentro de la comunidad musulmana en España. Hoy hemos avanzado y en el nuevo currículo del área de Enseñanza Religiosa Islámica de Educación Primaria que se acaba de publicar, ya hablamos de una educación en “igualdad de género” y “para la paz”. Lo que valoro ante todo es el trabajo bien hecho y no los discursos vacíos. Valoro por encima de todo la sinceridad y la entrega, más allá de las etiquetas. La sociedad civil debe unirse ante cualquier injusticia y resistir, declararse objetor de conciencia, desobedecer ante los atropellos legales que estamos sufriendo.

¿Hay alguna situación que recuerdas con cariño?

Sí, he conocido a grandes mujeres, algunas se consideran feministas y otras no, pero más allá de esa diferencia, he visto que las mujeres unidas tenemos una gran fuerza, ya sea para luchar por nuestros ideales, para meditar o trabajar por unas sociedades más justas.

¿Cómo surgió la idea de empezar Educaislam?

Después de llevar muchos años organizando cursos y conferencias, un grupo de profesionales decidimos crear un espacio en el que pudiéramos enseñar/aprender sobre el islam, de forma objetiva, rigurosa y plural. Es la mejor herramienta para combatir la islamofobia y la ignorancia.

¿Qué te hace luchar cada día por una educación más completa y la conciencia sobre el islam? O mejor dicho ¿qué es lo que te motiva?

De forma egoísta, lo que me aportan mis alumnos y alumnas es mucho más de lo que yo les doy. La educación es una herramienta potentísima para contrarrestar el discurso del odio, tan extendido hoy en día.

¿Por qué eligiste hacer algo tan completo como «educar a la gente sobre el islam»?

Soy profesora y activista, así que para mí ha sido natural que acabara haciendo lo que estoy haciendo.

¿Cuál es el resultado hasta el momento?

Es difícil responder, ya que estamos en un momento de muchos cambios. Diría que con trabajo y paciencia se llega muy lejos. Las redes se van tejiendo, vamos teniendo cada vez más aliados naturales, vamos dándole forma y contenido.

¿Tienes un nuevo proyecto en mente? ¿Cuál?

Muchos. La mayoría tienen que ver con ofrecer un servicio a la comunidad musulmana. Es necesario poner a su alcance todo lo que se ha ido tejiendo y construyendo a lo largo de estos años. Tenemos un gran potencial, entre la comunidad hay jóvenes muy preparados y mujeres muy fuertes. Con las herramientas adecuadas, podemos aportar mucho a nuestra sociedad.

Gracias.